En la ciudad, el elemento religioso está mediado por estilos de vida diferentes, por costumbres ligadas a un sentido del tiempo, del territorio y de las relaciones, que difieren de las de las poblaciones rurales. En la vida cotidiana, los habitantes de las ciudades luchan a menudo por sobrevivir, y en esta lucha se esconde un profundo sentido de la existencia, que suele incluir también un profundo sentido religioso.

La espiritualidad de la Comunidad está marcada por la devoción al Patrono de la Iglesia Universal, y es a él a quien se confía en la búsqueda de corresponder a la vocación y de ser también ella instrumento de la Providencia Divina para el mundo.