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Testimonio: “Dios en ningún momento me abandonó”

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Maida Tavares

Me llamo Maida Tavares, soy vocacionada de la comunidad Shalom y fui joven en misión durante seis meses en la ciudad de Lima, capital de Perú.

En setiembre del 2012 tuve mi primera experiencia con el amor de Dios, a través de un Seminario de Vida en el Espíritu Santo (SVES), realizado en Brasilia, Distrito Federal, capital de Brasil. Venía de un período muy difícil en mi vida espiritual. A pesar de ser católica desde la adolescencia y haber sido catequista, no tenía la voluntad de ir a la iglesia ni de rezar. Trataba de vivir como si no creyera en Dios. Después de todo, conocía a varias personas que no creían en Él y eran felices y exitosas.

Fui buscando en las cosas y en las personas la felicidad y un sentido para mi vida. Sin embargo, cuanto más buscaba, más infeliz y perdida me sentía. Esa infelicidad me llevó a un estado de depresión y tuve que recurrir al psicólogo. Me hacía bien, pero a los dos o tres días de cada sesión volvía a estar triste, desanimada y sin esperanza. Hasta que un día desistí y decidí no ir más a las sesiones porque no veía resultados y no me ayudaba.

Entonces noté que, en el fondo, lo que yo necesitaba era de Dios, pero, me había alejado tanto que no lograba sentirlo, ni mucho menos lograba rezar. En este momento comencé a buscar algún retiro espiritual, algo que me llevara de nuevo a Dios. Encontré el SVES de la Comunidad Shalom y volví a nacer nuevamente. Tuve la certeza de que era eso lo que yo buscaba y también que había encontrado mi lugar en el mundo.

En junio del 2013 ya participaba de la obra Shalom y comencé a servir en un ministerio. Luego del primer día de servicio, el Señor colocó en mi corazón un deseo de ir en misión. Me puse muy feliz, pero también tuve mucho miedo porque sucedió muy rápido. A pesar de ello, con el miedo dentro, comencé a rezar para escuchar la voluntad de Dios sobre este deseo. Luego de un período discernido, envié en diciembre el pedido a la comunidad para partir como joven en misión. Y en abril del 2014 recibí la respuesta que sería enviada para Lima.

Muchas cosas sucedieron luego de recibir la respuesta. Uno de mis hermanos fue herido de bala, la situación financiera en mi familia se puso difícil, por lo que tuve que esperar cuatro meses para conseguir el dinero para el pasaje. Durante este tiempo fui colocando mis esperanzas en personas, cosas, en situaciones, pero todo se desmoronaba y todo eso me iba bajoneando y desanimando. Disminuyó mi vida de oración e incluso pensé en dejar el camino vocacional y también desistir de partir en misión, pues no lograba ver como lograría partir.

Fue un tiempo muy difícil, pero también un tiempo que experimenté de la providencia de Dios, de su amor y del valor de la vida comunitaria. Muchos Hermanos me ayudaron de manera material y espiritual, e incluso de personas que no conocía. A pesar de mi infidelidad y falta de confianza, Dios en ningún momento me abandonó. Solo que no lo notaba por estar perdida en mí misma.

Llegúe a Lima en agosto del 2014 en misión. Gané una familia, amigos, hermanos, una nación, un pueblo. El Señor preparó para mí la mejor tierra. Me apasioné por la misión desde el primer día, era imposible no amar a esta tierra, pues sería ahí donde daría todo a Dios, donde daría mi vida.

Estuve, a los pies de aquel que me envió, todos los días, muchas veces sin querer y eso fue lo que me sustentó. Dios fue en este tiempo mi todo y en ningún momento me decepcionó, por el contrario, fue mucho más allá de todo lo que yo pude haber esperado. Mientras yo cuidaba de los suyos, Él cuidaba de mí y de los que había dejado.

Dios demostró su amor por mí de todas las formas posibles, en cada momento. Respondió con paciencia y misericordia todas mis preguntas. A través de la vida en oración me llevó a una experiencia de autoconocimiento de su voluntad.

Recibí mucho más de lo que pude dar. Fui muy, muy feliz. Aprendí mucho con la vida comunitaria, con la misión, con el pueblo que me acogió. Dios realizo, a través de la misión, un deseo de toda una vida, un deseo que solo Él conocía. Y tengo la seguridad que Dios tiene mucho más que realizar en su voluntad.


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