Hoy yo desperté, besé mi Tau, agradecí a Dios por su elección por mi vida y fui en misión. Misión de ser luz en el mundo y sal en la tierra. Misión de estar en el mundo, pero perteneciendo al cielo. Vestí mi hábito que no es como el de las religiosas, más bien una ropa de trabajo de día a día: Mi campo de misión para donde soy enviada diariamente. Vestí un jeans que me recordó a un gran amigo del Cielo, San Juan Pablo II, cuando hablaba de los santos de hoy. Estoy lejos de ser santa, pero es mi objetivo, “no por presunción, sino por vocación”. Y quiero ser santa donde Dios me plantó, en el correr del trabajo, en las exigencias de los estudios, en los desafíos familiares, en las pequeñas grandes cosas de la vida nuestra de cada día.
¡Cómo es noble, bello, santo, dejar todo y partir para otro lugar, siendo todo es todo para Dios! Pero, para mi, queda cada vez más claro que tengo otra misión. La misión de hoy de despertar de madrugada para rezar, pues es el único horario posible. La misión de hoy que es sufrir cansancios de trabajo secular, sin perder la alegría de ser de Dios. La misión de tener noches sin dormir, preocupada con lo que Dios me confió, dejando el celular disponible en las madrugadas para servir… La misión de ir a la vigilia (en el segundo horario) directamente para el trabajo y llegar allá sonriendo para testimoniar la gracia de ofrendar el sueño para amar más a Jesús. La misión de estudiar, hacer artículos científicos, terminar la maestría y hacer todo esto teniendo a Dios como primacía de la vida. Y esto es innegociable. La misión es enfrentar un tránsito sin igual, aprovechando este tiempo para rezar el rosario y el oficio.
La misión de hoy es evangelizar al colega del trabajo, el operador de la caja del supermercado o del banco, el “franelilla” de la calle, Doña Lucía del “carrito de tapioca” y tantos que tal vez sólo conozcan a Dios si se les presenta… La misión de hoy es el buen día lunes, como el sol aún perezoso, después de un retiro de fin de semana. Misión es ser puntual, honesta, profesional, pues si el trabajo es misión, si el estudio es misión, todo tiene que ser hecho con mucho amor. Es todo para Dios y para Él, el mejor siempre.
Y después de tanta carrera, en esa maratón diária para cumplir la misión, besé de nuevo mi Tau, agradecí de nuevo a Dios por su elección por mí, pedí perdón después de la revisión de vida (hecha en medio de muchos cojines) y fui a dormir pidiendo a Dios para multiplicar las pocas horas de sueño. Esta oración él escucha todos los días. Y Dios, que trabaja hasta cuando duermen sus amigos, me ayuda a otro día a recomenzar. ¡Cuánta paz trae el cansancio del amor! ¡Gracias, Señor, por haberme escogido!
Denise Landim
Traducción: Marjori Small