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Jesús es el Señor

El misterio de la Resurrección en las palabras del fundador de la Comunidad Shalom.

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¡Cristo Resucitó, Aleluya! ¡Si, verdaderamente Resucitó, Aleluya!

Esta verdad es lo que cambia todo. Muda mi vida, tu vida, cambia la historia de los hombres. Esta es la verdad que nos salva. No son palabras vanas. No son los sentimientos que traemos, ni las ideas ni las ideas del mundo que nos salvan. ¡Lo que nos salva, lo que salva el mundo, lo que salva a historia, lo que salva a todos los hombres, el universo, es que: Cristo Resucitó, Aleluya! ¡Si, verdaderamente Resucitó, Aleluya!

Este es un día de alegría. Este es un día de júbilo. Nosotros, cristianos, no podemos tener una memoria volátil, porque de eso depende nuestra salvación. Nuestra memoria debe siempre recordarlo. Ese es un día de alegría porque el mal fue definitivamente vencido en la carne, porque Cristo resucitó en cuerpo, alma y espíritu. Resucitando en la carne nos resucita, incluyendo nuestra propia carne, toda nuestra humanidad. Todo el desorden que podamos tener dentro, Él resucita.

¡Con la resurrección de Cristo, Jesús inaugura un movimiento irreversible, irreversible! Mira eso! Jesús inaugura un movimiento irreversible de creación de un hombre nuevo, de un mundo nuevo. ¡Irreversible, irreversible! De un mundo nuevo. Estás dentro de una dinámica. ¡Si tu crees en Cristo, si confías en Él, si perseveras en Él, estás dentro de una dinámica de un movimiento irreversible! La historia camina verso ese movimiento irreversible. ¡No tiene como volver atrás, gracias a Dios! irreversible de un mundo nuevo, que ya está presente e comienza a actuar en nuestra vida.

Tiene una potencia dentro de ti. El problema es que muchas veces no nos damos cuenta de eso y no nos recordamos de eso en nuestras batallas y en nuestras luchas. Cuando vamos enfrentando los desafíos, no nos damos cuenta de que hay un poder, que hay un amor, una gracia, una victoria irreversible de Dios en nosotros. Podemos disfrutar de esa victoria para implantarla en nuestra vida, para vencer todos los desafíos en nuestra lucha contra el pecado y contra el mal.

Cristo transfiguró nuestra carne en Su cuerpo glorioso. Aquello que era mortal, Él lo hizo inmortal.  Cuando el Hijo de Dios, el Verbo se hizo carne, asumió toda nuestra naturaleza mortal. En la cruz, Él asumió incluso nuestros pecados, debilidades y enfermedades. ¡Asumiendo todo eso en su carne, cuando Él resucitó, ve! Él venció en Su cuerpo glorioso toda la debilidad de nuestra carne, toda la debilidad de nuestra humanidad. ¡Él venció! Cristo transfiguró nuestra carne en Su cuerpo glorioso. En el cuerpo glorioso de Cristo ya brilla transfigurada mí y tu carne.

Hay una nueva existencia que está actuando dentro de ti; una nueva existencia en las opciones, de las más simples a las más complicadas, cuando el pecado se presenta delante de ti, cuando te toca optar entre hacer la voluntad de Dios o no. ¡“Ah, Yo soy débil y no lo hago”, No! Cristo resuscitó, tu eres fuerte! Eres débil sí, en tu debilidad, mas Él que vive en ti es fuerte, y mucho más fuerte que tu debilidad, y una nueva existencia existe dentro de ti, y con su debilidad, apoyado en Su fortaleza, tu podrás decir como San Pablo: “Todo puedo en aquel que me fortalece!” . Todo puedo. Puedo escoger el bien, puedo escoger una verdad, la santidad. Puedo escoger vivir mi vocación. Puedo escoger estar en un retiro de Semana Santa en vez de andar por ahí paseando. Puedo escoger estar en mi grupo de oración, estar en mi célula. Puedo escoger la pureza, el amor de Dios, la misericordia, porque todo puedo en Aquel que me fortalece. Todo puedo.

Hay momentos en que vivimos aun tirando el peso de nuestra historia: “Ah, lo hago por causa de mi padre, de mi madre, de mi abuelo, de mi tío”, mas tú ahora estás delante del Cordero redimido. Él venció la historia, incluso la suya! Ponte del lado de aquellos hombres, mire sus ojos delante del Cordero inmolado y vas a ver que la historia no te puede te quitar el coraje. Sin Él seríamos aplastados. Sin Él la historia tendría poder sobre nosotros para destruirnos. ¡Con Él estamos y nos mantenemos en pie, también somos victoriosos en la historia! Su historia no tiene el poder para determinar su vida, porque Cristo entró en la historia, incluso en la tuya, te irguió junto a Él, nos puso en pie. ¡Es Él que seguimos, al Cordero inmolado redimido, que está de pie, de pie! ¡De pie!

Nosotros sólo nos arrodillamos delante de Él. No nos arrodillamos delante del pecado y de la muerte. No nos arrodillamos delante de la debilidad. No nos arrodillamos delante de las heridas. Solo podemos arrodillarnos delante de Él. ¡Y arrodillamos delante suyo, Él nos irgue, y no dice: “Quédate en pie!”, e quedarse en pie, ¿para qué? Para presentarle nuestros mejores perfumes, como aquellos ancianos, para darle toda nuestra vida, todo lo que somos, todo lo que tenemos en gratitud, para no retener nada, porque Él es victorioso y nos hace victoriosos en Él, y nuestra gratitud para con Él es eterna. Si, dice un pasaje del Apocalipsis, los hombres están de pie solo porque el Cordero está de pie. ¡Caso contrario, caerán todos bajo el peso de la historia, mas no! ¡Él venció la historia y Él está de pie!

Ele ressuscitou para mim, para você, para que nós ressuscitemos Nele, para que saiamos dessa vida medíocre que ainda nos arrasta e nos empurra para baixo, e para vivermos essa existência nova que só Ele pode dar com a força da Sua ressurreição.

Cristo Resucitado, Tú estás entre nosotros. Humildemente Te pedimos: justifícanos en este día, haznos volver justos con la fuerza de Tu resurrección. Que muera para nosotros el pecado y la muerte. Que viva en nosotros Tu vida divina. Llénanos de Tu Espíritu, resucitamos Contigo. Enciende en nosotros el deseo de Dios y de Su santa voluntad. Danos la gracia de detestar el mal y apegarnos al bien supremo de Tu voluntad, de Cristo Resucitado. Resucítanos Contigo y haznos aspirar a las cosas del Alto.

Oh Madre, de pie delante de la cruz, algunos exégetas, Padres de la Iglesia dicen que Tú no fuiste al sepulcro por Tu confianza absoluta en la resurrección de Tu Hijo, porque Él mismo dijo que resucitaría al tercer día. Oh Madre querida, comunícanos esa fe, ese deseo esponsal de Cristo que nos hace abrazar el bien y detestar el mal, ese deseo de la voluntad del Padre, como ardía en Tu corazón. Para que por la fuerza de resurrección de Cristo seamos testimonios da Su resurrección, como una red, con nuestros ojos fijos en Él, con una mano en el hermano y la otra rescatando almas del mar de la muerte, para que todos juntos permanezcamos de pie delante al Cordero redimido, ofertando nuestros mejores perfumes. A Te recorremos, a Ti pedimos y a Ti nos confiamos.

¡Cristo Resucitó, Aleluya! ¡Si, verdaderamente Resucitó, Aleluya!

(Extractos de la predica de Moysés Azevedo en el Retiro de la Semana Santa, Fortaleza, 2018. Mantenido el tono coloquial)

Traducción: Manuel Quezada

 


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