Una película que busca ser respuesta a varias interrogantes que hoy hay sobre la fe.
God is not dead (Dios no está muerto) es una película con una temática interesante que, a pesar de sus limitaciones, puede generar una provechosa reflexión. La historia gira en torno a Josh, un joven cristiano que, al matricularse en un curso de introducción a la filosofía en un college norteamericano, se ve enfrentado a un profesor (Jeffrey Radisson) militantemente ateo. Negándose a firmar un papel confesando que “Dios está muerto”, Josh deberá entonces argumentar su posición, con la posibilidad de desaprobar el curso y comprometer su futura carrera profesional.
Josh, luego de algunas dudas, toma la firme decisión de enfrentar al profesor Radisson para defender sus propias creencias. Así, dispondrá de unos minutos antes del fin de cada clase para convencer al resto de los alumnos, así como al profesor, de que Dios no está muerto. En esta actitud decidida se encuentra uno de los aspectos más valiosos de la historia. Ningún compañero lo acompaña, los riesgos aparecen como grandes, y la tarea se hace aun más cuesta arriba dada la posición de autoridad y supuestos conocimientos del profesor.
Pronto Josh enfrentará también no solo las burlas y la agresividad de Radisson, sino también la incomprensión de personas cercanas, entre ellas su novia. Más allá de discutir si la película refleja la situación actual de la fe y los ataques contra los creyentes en las aulas universitarias norteamericanas, sí revela una verdad profunda: el cristiano debe ser signo de contradicción, y eso muchas veces genera ataques y esfuerzos por silenciar la vivencia de la fe, incluso por parte de personas cercanas a uno mismo.
Aún así, a pesar de todas las dificultades, Josh se mantendrá firme, e inicia una mayor profundización y estudio de la fe. De hecho, su actitud subraya la necesidad de una sólida formación y un conocimiento cada vez mayor de la fe para poder dar razones de las propias creencias.
Un aspecto interesante de la trama son las argumentaciones de Josh, pues tocan temas particularmente discutidos en nuestro tiempo. En ellos se trata de conjugar la fe con la razón, la creación, y la presencia del mal y del sufrimiento en el mundo. Más allá de las respuestas que da el film, pueden dar paso a una reflexión ulterior que ayude a comprender que la fe no se opone a la razón, y que el misterio del mal va de la mano con la libertad del hombre, que Dios siempre respeta.
Otro elemento interesante de la película es la historia detrás de la oposición a la fe del profesor Radisson. Como sucede en muchas ocasiones, detrás de posiciones tan contrarias a la religión pueden haber experiencias dolorosas no reconciliadas cuya culpabilidad se atribuye a Dios. Es así en el caso concreto de Radisson, que evidencia como incluso la supuesta racionalidad no es otra cosa que un medio para un fanatismo igual o peor que el que le atribuyen a los creyentes.
El compromiso de Josh en la defensa de la fe lo va haciendo cada vez más sólido en su vivencia del cristianismo. Su fe va madurando hacia una comprensión más honda, pero ya no solo intelectual. Poco a poco, además, su testimonio va tocando a otros compañeros, que empiezan también un propio recorrido hacia Dios o hacia un compromiso más en serio con la fe. Resultado inesperado para Josh, pero no por ello menos real, como sucede también en toda vida cristiana comprometida, cuando Dios hace fructificar la propia entrega a través de caminos insospechados para nosotros. De hecho, el momento culmen de la película llega en un momento doloroso para el profesor Radisson, y una apertura a la fe en el momento de mayor necesidad. Ha sido, sin duda, también en parte fruto del testimonio de Josh.
La apertura a Dios, sin embargo, no siempre se da, precisamente porque Dios respeta nuestra libertad. Es, por ejemplo, el caso de Mark, personaje secundario de la trama, cuyo éxito y buena posición social esconden un profundo egoísmo así como una incapacidad para entablar relaciones realmente comprometidas con quienes lo rodean. Tendrá también su oportunidad de encuentro con Dios, pero desaprovechará la ocasión, como sucede con tanta frecuencia en nuestras vidas.
Dios no está muerto busca ser una respuesta a muchas de las dudas que hoy se esgrimen en contra del cristianismo. Los elementos que toca la película son ciertos, pero aún así, el modo de tratarlos no siempre resulta tan atractivo. La película cae fácilmente en una serie de moralejas que, sin dejar de ser válidas, habrían podido tener mayor fuerza con un mejor guión, menos simplista en el modo de presentar la acción de la gracia en las personas. Se percibe por momentos demasiado ingenua, o presentando a los personajes, e incluso a la acción de Dios en medio de ellos, de un modo más parecido a una caricatura que a la vida real. Resulta interesante notar también como la vida cristiana se enfoca mucho desde una perspectiva protestante del cristianismo norteamericano, con un énfasis en el uso de la Sagrada Escritura como única fuente de la Revelación y una experiencia de la fe —más allá del recurso a la razón— con un contenido emocional muy fuerte.
Aún así, y superando los límites de una producción sin grandes pretensiones, puede resultar una película productiva para reflexionar y cuestionar el compromiso con la vida cristiana y la necesidad de dar un testimonio público de la vivencia de la fe.
Fuente: http://catholic-link.com