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Tres nombres de madre

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Nuestra Señora es invocada, en la Comunidad Shalom, como Esposa del Espíritu, Reina de la Paz y Puerta del Cielo. Sin embargo, más allá de toda invocación, el sentimiento que tenemos a su respecto es el sentimiento de hijos de una Madre única, incomparable, que el Señor deseó dejarnos como precioso don, ella que es la Perfecta Discípula y Primera Iglesia.

 

Esposa del Espíritu

Cierto es que muchos relacionan el título de Esposa del Espíritu al momento de la Anunciación. Aunque sin desconsiderar de forma alguna esta lectura, para nosotros el título siempre fue más relacionado al derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés y en Juan 20. Ella es la Llena del Espíritu, la Plena del Espíritu Santo porque es la Plena de Gracia, la Kekaritomene, no solamente en la Anunciación, sino también durante toda su vida.

Es bello acompañar el itinerario de María – como dice Raniero Cantalamessa, la dirección espiritual de Jesús para con Su Madre – y percibir como ella tuvo tal intimidad con el Espíritu y fue de tal forma por Él favorecida y asistida que cada reacción, conducta, postura y palabra fueron absolutamente regidas por Él.

Es esta Mujer llena del Espíritu y, al mismo tiempo, instrumento del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia, sea como Madre, progenitora, intercesora, sea como fidelísima discípula de Jesucristo, el modelo que somos llamados a seguir como almas esposas de Jesús siempre disponibles al Espíritu Santo y por Él conducidas, experimentando Sus frutos y carismas para implantar en el mundo el Shalom del Padre.

 

Reina de la Paz

Para nosotros María, además de Esposa del Espíritu, es la Reina de la Paz. Este título de María evoca a las apariciones de Medjugorje. Tales apariciones han sido de gran importancia en el inicio de nuestro camino, como afirma nuestro fundador:

“Junto a ellos está la Reina de la Paz, como María se intitula en las apariciones de Medjugorje, en Yugoslavia. Incluso antes de conocer el contenido de su mensaje en estas apariciones, Dios ya colocaba en mi corazón que la Reina de la Paz tenía mucho para decirnos. Fue grata la sorpresa al ver enunciado en su mensaje lo mucho que Dios ya había colocado en nuestra vocación. Apeguémonos profunda y verdaderamente a Aquella que es la Esposa del Espíritu Santo e imploremos por su intercesión para que Él genere en nuestros corazones el Amor Esponsal a su Hijo Jesús.” (Escrito Obra Nueva, 9)

Por otro lado, el título de Reina de la Paz en la tradición de la Iglesia ultrapasa bastante a las apariciones en Yugoslavia. Para nosotros, se tornó el símbolo de la Madre que exhorta a la oración: ¡No habrá algo nuevo si no hay una profunda vida de oración en cada uno de nosotros! A cada día esto se torna más real para mí. ¡La Reina de la Paz (Medjugorje) que lo diga por nosotros! (Escrito Obra Nueva, 5).

Además del inequívoco apelo a la vida de intensa oración, la Reina de la Paz fue, en los inicios de nuestro camino, indicación de que podríamos servir a Dios en cualquier estado de vida y que nuestro llamado al Amor Esponsal era independiente de este estado, como el fundador expresa en el Escrito Estados de Vida : “Abiertos a otros caminos, a la vocación (= estado de vida) que el Señor tiene para nosotros, queriendo buscar la verdad para la cual Él nos creó y no aquello que ya colocamos en nuestra cabeza y no tenemos el coraje de entregar en Sus manos, estaremos en el rumbo cierto de la felicidad. Me consuela oír a este respecto las declaraciones de la Reina de la Paz, en Medjugorje.”

Como sabemos, al ser interpelada por los videntes acerca de sus estados de vida, la Reina de la Paz les aconsejó a hacer ellos mismos el discernimiento, no exigiendo que ellos abrazasen esta o aquella forma de vida. Los títulos de Reina da Paz y Esposa del Espíritu se unen cuando la Madre es presentada por el fundador como aquella que, enteramente guiada por el Espíritu, es para nosotros ejemplo de que la Paz es un fruto de la vida en el Espíritu, de la experiencia con Jesús Resucitado y no fruto de nuestros esfuerzos meramente humanos:

“La paz es fruto del Espíritu Santo y solamente por una unión profunda en el Espíritu de Dios podemos ser embebidos de ella. No existe paz sino como fruto del Espíritu Santo, y nunca podremos disfrutar de este fruto si no lo cultivamos a través de la oración y de la renuncia de si mismo (mortificación sobre la cual la Reina de la Paz nos habló). Es este camino seguro que el Evangelio nos da. Es por él que queremos seguir. A él deseamos abrazar, vivenciar y proclamar” (Escrito Shalom, 9).

También se entremezclan la Reina de la Paz y la Esposa del Espíritu cuando se habla de la proclamación de la Paz como fruto de la vida en el Espíritu, como algo que Él nos da personalmente cuando nos dejamos, como la Esposa del Espíritu, poseer por Jesucristo, Señor.

“Para proclamar la paz, tenemos, más allá de todo, que vivirla, tenerla en nuestro corazón. Tenemos que ser portadores de esta paz, pues no podemos dar lo que no poseemos, y la única manera de poseer esta paz es dejarse poseer por Jesucristo, Señor nuestro. Como la Reina de la Paz dijo, es en el camino de la oración, de la inmersión en el corazón de Dios, al dejarnos empapar de Su Santo Espíritu que podremos vivir la Paz” (Escrito Shalom, 8).

La Reina de la Paz viene a hacernos recordar, en fin, que la Paz es fruto de la conversión, de la oración y de la mortificación, exactamente el camino que nuestro fundador nos presenta en Obra Nueva y Amor Esponsal, escritos basilares de nuestra vocación: Cuando N.Sra. en Medjugorje, donde se denomina Reina de la Paz, habla de paz, “no se refiere apenas a la paz en el sentido político, a la ausencia de conflictos entre las naciones, y sí a la paz que es don del Espíritu Santo” (Escrito Shalom, 5)

 

Puerta del Cielo

Es evidente, por esos textos, que la Reina de la Paz y la Esposa del Espíritu se entrelazan en nuestra misión de anuncio de la Paz. La misma cosa sucede con la Puerta del Cielo. Introducida en nuestra vocación a través del ícono de la Portaïtissa a finales de 1994, por las manos del Padre Daniel Ange, los acontecimientos vendrían a enseñarnos que para ser discípulo y ministro de la paz, el Señor nos pide no solamente la oración profunda y la vida en el Espíritu, no solamente la entrega total a Él en la intimidad profunda de almas esposas, no solamente la consciencia de que la Paz es antes que nada don y fruto del Espíritu para ser llevado al mundo a través de la conversión, de la oración y de la mortificación, sino también, cuando necesario, a través del martirio.

El ícono de la Puerta del Cielo y el aceite recogido del ícono original en Toulouse fueron confiados a nuestro hermano Ronaldo Pereira por el Padre Daniel Ange. Ronaldo empezó a administrar el ícono que se instaló en la casa comunitaria donde vivía, la Casa Madre. Este hermano pasó a dedicarle una devoción extraordinariamente intensa al ícono y a la Inmaculada a través de la consagración a los moldes de San Luis Grignon de Montfort. Esta devoción misteriosa pasó a ser positivamente notada por los que vivían en su casa comunitaria y a influir a todos con relación a la devoción Mariana. Habiendo recibido el ícono en noviembre de 94, Ronaldo acabó falleciendo en accidente de auto el 17 de febrero de 1995. A través de la pascua de Ronaldo Pereira, ocurrida en el retorno de un viaje misionero, la Puerta del Cielo nos introdujo en el misterio profundo de la misionariedad y del martirio del Hijo y, en Él de todos los santos mártires, que dieron su vida para que el Shalom del Padre fuese implantado en los corazones.

María, nuestra Madre, es el modelo que queremos seguir, no por imitación presuntuosa, mas por imitación de amor. Al imitarla como Esposa del Espíritu, Reina de la Paz y Puerta del Cielo, estamos dando a Ella y a Su Hijo bella prueba de amor. Nos tornamos discípulos de ella y de Cristo, al ser Ella su Perfecta Discípula. Imitar a María en Su amor y servicio al Hijo y a la Iglesia es la mejor forma de probarle que la amamos y veneramos tanto que queremos ser como ella en relación a Jesús y a todos los hombres. Que nuestra vida sea siempre “sí” a Jesús y a los hombres, como fue siempre “sí” la vida de esta mujer a quien nosotros amamos como Madre.

FUENTE
Revista Shalom Maná, Maria Emmir Oquendo Nogueira


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