Bajo el lema “Educar con la presencia y el testimonio”, la Iglesia que peregrina en Uruguay celebrará en octubre, el Mes de la Familia.
La Comisión Nacional de Pastoral Familiar y Vida de la Conferencia Episcopal Uruguaya, presidida por Mons. Jaime Fuentes (Obispo de Minas) elaboró fichas temáticas para preparar el Mes de la Familia que se encuentran disponibles en su sito web http://iglesiacatolica.org.uy/comision-nacional-de-pastoral-familiar-y-vida/octubre-mes-de-la-familia/fichas-tematicas-para-el-mes-de-la-familia/
OCTUBRE: Mes de la Familia 2013
Todo proceso de relacionamiento humano es portador de un gran bien encontrado y compartido. Pero ninguno se iguala al bien transmitido a través del testimonio. En especial el de los padres comunicados a los hijos, debido a la espontaneidad, gratuidad, reciprocidad, del relacionamiento marido y esposa, del trabajo en favor del bien de la familia, de la práctica de la fe, etc.
Los padres debido a su presencia cuando comunican la propia experiencia a los hijos les incentivan en la propia libertad, motivándolos para que también ellos busquen y encuentren el bien mayor de la vida, aquello que da razón de ser a todos los sacrificios y a todas las esperanzas. Así, los hijos pueden verificar la verdad de cuanto los padres proponen.
La presencia de fe de los padres en la vida cotidiana de los hijos es el mayor don, la mayor herencia, la contribución más eficaz y eficiente que un padre o madre pueda ofrecerles.
Más que dar o proporcionar cosas, los hijos desean la presencia de los padres en todo lo que les sucede. La presencia de los padres es un elemento decisivo y condicionante para la felicidad y realización de los hijos, que se infunde en el corazón de ellos y que nada podrá borrar.
El niño es como una “esponja” que, casi sin darse cuenta, absorbe modos de ser y de pensar, modos de relacionarse con todo, a partir del ambiente en el cual está insertado, especialmente en los primeros años de vida, que son los más decisivos, inclusive de un punto de vista psicológico.
Aunque el tiempo que un padre o una madre tienen para dedicar a su hijo sea poco a causa del trabajo, ese mínimo de valores y conducta que transmiten tiene una “fuerza” mucho mayor que aquella que el catequista o el profesor de religión pueda decirle al niño acerca del valor de la vida, de la fe y de la religión. Son momentos preciosos para enraizar en el niño la certeza de la relación con Dios, con Jesús, lo que es decisivo para la vida y que no depende del estado de ánimo.
Cuando los padres se vuelven inciertos acerca de su propia experiencia, dudosos en la fe, perplejos delante de la tradición de la Iglesia que, quizás juzgan con los mismos criterios de los medios de comunicación, entonces serán incapaces de indicarles un camino correcto a los hijos y dejarán vacío un espacio que otros llenarán, según sus propios intereses.
Cuando el adulto no tiene o, más aún no comunica una percepción positiva de la vida y de la fe, fundada sobre la experiencia que tiene con su familia, deja sus hijos en un pantano o en las arenas movedizas de esta cultura relativista y fragmentada, y omite indicar dónde están las piedras sobre las cuales deben poner los pies en el camino que conduce fuera del pantano.
Puede suceder que muchos padres encuentren dificultades para crecer y educar a los jóvenes, argumentando que ellos son frutos de una generación que vivió experiencias frágiles e inciertas y que no tienen nada que comunicar.
En la confusión propia de nuestro tiempo, es importante recordar a los padres la sabiduría con la cual el propio Creador dotó a todo el género humano para explicar el significado de la vida y de la muerte, del bien y del mal, de la alegría y del dolor, del trabajo y de la amistad, del sacrificio y de la esperanza. Y más aún, recordar que junto con su orden: “Crezcan, multiplíquense y dominen la tierra” existe una presencia que les confiere una Gracia de estado que los acompaña en los diversos desafíos que la vida les impone…
>> De los documentos que la Comisión Episcopal Pastoral para la Vida y Familia (CEPVF), de la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil (CNBB).
Fuente: iglesiacatolica.org.uy