Fiesta y participación en la evangelización en Budapest
HungaRio (un poco húngaro y un poco de Río, la famosa metrópoli brasileña) fue el nombre que la creatividad eligió para nombrara la fiesta, organizada por la Comunidad Católica Shalom, que atrae a decenas de jóvenes en la capital húngara cada 3 meses. Fruto de una colaboración entre la Arquidiócesis de Budapest y de la Comunidad, el evento tuvo su primera edición hace 4 años, inspirado en la histórica “Sandwichería del Señor”, de la cual derivóla fundación de Shalom.
Los misioneros de Shalom dicen que la iniciativa nació dos años y medio después de la fundación del primer núcleo de la Comunidad en Budapest. La Arquidiócesis había dispuesto alquilar un café donde regularmente la Comunidad pudiese crear un polo de atracción para los jóvenes, donde los jóvenes misioneros, ayudados por otros jóvenes que habían conocido recientemente la Comunidad, pudiesen conocer a otras personas y establecer una amistad. A partir de estas amistades, nacerían espontáneamente invitaciones para conocer la casa comunitaria, albergue de los misioneros de la Comunidad en Budapest y corazón de la obra evangelizadora que estos desarrollan en la ciudad, o incluso para participar de encuentros o retiros espirituales que podrían ser un auxilio en el camino de la fe de los jóvenes en la capital.
Carolina Costa, misionera Shalom en Budapest y una de las iniciadoras de HungaRio, dice que la fórmula “joven que evangeliza otro joven” es el secreto del éxito del evento. “Vimos desde el principio, una gran participación de los jóvenes que ya conocíamos y que participaban en el grupo de oración que apenas habíamos iniciado. Todos estaban involucrados y dispuestos a traer esta novedad a Budapest” – relata la misionera. “De hecho, ellos, los jóvenes, son los que planeaban toda la fiesta. Nosotros, los misioneros, solamente los apoyábamos y ayudábamos en lo que era necesario. Ese fue un gran secreto de nuestro viaje evangelizador aquí en la capital húngara” – afirma.
Las fiestas HungaRio se componen de música, danza, obras de teatro, juegos y mucha conversación entre los jóvenes. Muy importante es también la invitación que se hace personalmente a los jóvenes, durante la fiesta, para participar de un fin de semana de espiritualidad. Carolina dice que muchos jóvenes acaban dando ese “paso de fe” y participan de los encuentros espirituales después de ver que los jóvenes que participan de Shalom en nada pierden su “juventud”, sino más bien la viven dando un testimonio alegre, sin perder la novedad del Evangelio.
Toda esa dinámica de compromiso de los jóvenes, dio origen a principios de 2015, a otra iniciativa que ha movido el núcleo misionero Shalom en Budapest: la “Librería móvil” y la “Oficina de íconos”. Frente a la base de la “formación cristiana” entre los jóvenes que dan un paso en la fe, con el fin de fomentar el camino de oración de los propios jóvenes, se formó un equipo, dirigido por el misionero Anderson Silva. Hoy en día el grupo se reúne todos los miércoles para la producción de nuevos íconos (estos son grabados pegados en madera para facilitar el acceso económico a este instrumento de oración, especialmente los jóvenes y los que no podían permitirse un icono escrito originalmente por un iconógrafo). En los últimos meses, la creatividad juvenil también ha añadido otros artículos a la producción, tales como revistas de oración especialmente decoradas, imanes con mensajes cristianos, entre otros artículos que pueden servir como “regalos que evangelizan”.
Todos los productos son transportados por los misioneros y jóvenes en visitas a las parroquias, o acompañan al equipo de música y danza de la Comunidad Shalom en los conciertos que ésta realiza tanto en la capital como en el interior del país. En el invierno frío húngaro, la librería móvil también invita a los que vienen a tomar el té. “Es nuestra forma de tomar el té juntos, no sólo buscamos vender nuestros productos, sino para establecer nuevos contactos para nuestro servicio evangelizador y de este modo llegar a otros jóvenes” – explica Anderson Silva.
Rafael d’Aqui