A lo largo de estos cortos cuatro años (2014) como obra y posteriormente como postulante de la comunidad de alianza Shalom, misión Lima (Perú), me preguntaba ¿en qué dimensión ha cambiado mi mirada hacia mi propia vida en la misión, en vista de ser llamada a la santidad? ¿y de qué manera la comunidad es auxilio en la vivencia de esta?
Para dar respuesta a la primera pregunta, podría compartir como es distinta la forma de ver las cosas cuando somos participes de una experiencia personal con el amor de Dios, ya que la misión se torna vivir, morir y resucitar en él.
Una entrega que busca ser modelada a ejemplo del mismo Cristo, con la ayuda del espíritu santo que después se encarga de compartir a su pueblo.
Reconozco que la vida de oración así como la Eucaristía no eran prácticas muy frecuentes en mi vida de arquitecta o profesora de diseño, siento que estas acciones me ha tornado dócil a una mejor ofrenda, al tener contacto con la palabra todos los días, en medio de la fatiga, parar y dar la primacía de mi día, a la Eucaristía (como Moysés nuestro fundador exhorta en los ECCSH – Escritos de la Comunidad Católica Shalom) las dos horas de oración, Jesús actúa y habla al mundo con mi vida, esta no sería posible si no me dispusiera a transformarme, renovarme por el Espíritu Santo.
Sé que soy limitada, imperfecta y falible, por más que mis buenas intenciones y creatividad de querer llevar a Cristo a las aulas o con mis colegas de trabajo siempre estén presentes como ideal, admito que humanamente puede ser de un modo errado, pero aparece la “gracia” y sé que al abandonarme en el camino del amor y estando siempre abierta a su acción sobrenatural, la acción evangelizadora se purifica y puede iluminar no sólo mis pasos sino la de otros.
Poco a poco fui comprendiendo que el camino del cristiano es ir contracorriente, tener una postura distinta a un consumismo individualista que los jóvenes nos vemos motivados a seguir y que SÍ podemos romper con ese vicio silencioso que significa vivir para sí mismo, ausente de detalles de amor por el prójimo, donde los amigos se cuidan uno al otro, y da lugar a la presencia del Resucitado que va santificando según la voluntad del Padre.
Siento que como joven docente que influye en otros jóvenes, por medio del diseño como es mi caso, hoy se me ha dado la misión de llevar a este Cristo más cerca, por medio de la alegría de pertenecer a la iglesia, “en comunidad” y a una vivencia radical del evangelio que no quita sino que más bien da, es difícil luchar contra la propia concupiscencia y contra las asechanzas de la moda y sus tendencias; pero no estamos solos, para perder el sentido de la realidad, la claridad interior y dejarnos vencer.
Por el contrario el camino de santificación es un camino comunitario, de dos en dos donde todos nos hacemos uno y habitamos en él para darnos la mano, permitiéndonos vivir en su luz; Él es nuestro templo: lo que busco es habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida (cf. Sal 27,4). Y renovar todos los días el deseo de: “Vale más un día en tus atrios que mil en mi casa” (Sal 84,11).
Marjori Small Alvarado
Muchas gracias Marjori, fue muy bueno leer tu experiencia de vida, que alegría saber del caminar, es una Diosidencia que lo haya leido, justo por éstos días estaba teniendo presente el valor de la gracia como crucial en el camino de conversión.
Gracias por la oportunidad de compartir un poquito la salvación que significa seguir a Cristo.
Muito Obrigada @Comshalom 0:) juntos hacia la santidad.
Gracias, Marjori!!! 🙂