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“El Señor nuestro Dios, que merece todo el amor del mundo, realiza una obra en nuestro medio: una obra nueva, un camino nuevo. Este camino es real y cada día que pasa yo lo siento concretizándose más fuerte en mi corazón. Es algo nuevo, es algo maravilloso. Siento que Dios quiere regalarle al mundo una manifestación más de Su poder creador” (Escrito Obra Nueva).

En cada tiempo, el Espíritu Santo le concede a la Iglesia gracias necesarias para que ella responda a los desafíos contemporáneos. Carisma es uno de esos dones divinos derramados sobre la Iglesia para renovarla y actualizar la vivencia del Evangelio. Así, fue manifestado al mundo el Carisma Shalom, que floreció en el corazón de Moysés Azevedo durante el encuentro con el Papa Juan Pablo II, en 1982. Dios llamó personas para asumir esa gracia en sus vidas, dándoles una vocación específica: Shalom.

La vivencia de la Vocación Shalom dentro de la Comunidad es fundamentada en la experiencia con Jesucristo, el Resucitado que pasó por la Cruz, narrada en el Evangelio de Juan.

“Al encontrar a los discípulos en el Cenáculo, Jesús Resucitado les dijo: La paz con vosotros (Jn. 20,19), o sea, ¡Shalom! En Jesús, este saludo es una comunicación real de la Paz, es decir, de todo tipo de bendiciones espirituales y materiales, la felicidad perfecta que el Mesías nos trae. Es, al final, el anuncio y la donación de la salvación plena” (Preámbulo de los Estatutos).

Jesús es el Shalom de Dios Padre para el mundo, la verdadera y única Paz que la humanidad puede tener. Como los discípulos de Cristo fueron enviados por Él, en aquella ocasión, para implantar la Paz en el corazón de los hombres, los vocacionados son llamados a anunciarla con la vida y el testimonio. “Ser Shalom” significa, a través del poder del Espíritu Santo, ser discípulo y ministro de la Paz y llevar al propio Cristo a quien espera por Él.

Para aquellos que fueron llamados a corresponder a la Vocación, Dios concede el camino de la Contemplación, Unidad y Evangelización.

De la Contemplación del Resucitado, que sopla sobre los discípulos, brota la fuerza de la Evangelización. Así inspirada, la Comunidad emprende esfuerzos para anunciar el mismo y único Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo con eficacia, osadía y creatividad. Para vivir la Vocación es aún necesario sumergirse en el espíritu de la caridad según los moldes de las primeras comunidades cristianas, reflejando la Unidad da comunión amorosa del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.