¿Alguna vez has sentido la necesidad de estar acompañado o, por el contrario, has querido estar completamente solo?
Todos hemos tenido necesidad de encontrarnos en cualquiera de estas dos situaciones, pero si alguna de ellas prevalece más en nosotros, algo extraño está pasando. Y es que cuando hemos decidido incorporarnos al Seminario o entrar a una comunidad, seguiremos experimentando estos momentos que nos permiten crecer y madurar como personas, pues todos necesitamos tiempo con nosotros mismos, pero también compartir con el resto de las personas con las que convivimos.
Sin embargo, muchas personas buscan la comunidad por miedo a la soledad. La dificultad para estar solos obliga a buscar siempre espacios donde se esté en compañía de otros, ya sea por experiencias personales negativas, o por no querer entrar en contacto consigo mismos, y esperan recibir ayuda en compañía de otros personas.
Pero puede suceder que al estar en la comunidad se sientan defraudados, porque no es lo que esperaban, reprochando a otros no recibir el cariño y atención que ellos desean, y es que la comunidad no es un sanatorio espiritual, ni hay comunidades perfectas.
En otros casos la comunidad se convierte en un espacio de entretenimiento y distracción debido a las múltiples actividades que se realizan, con una gran entrega y elevada espiritualidad. Pero tanto activismo puede ser un escape, que lleva a fugarse y olvidar por un buen tiempo la propia soledad, y hace que se convierta en algo cada vez más difícil de vivir. *** Tales acciones hacen que la palabra de Dios sea nula, no haya una experiencia auténtica de encuentro con Dios, provoca la resignación y la muerte espiritual.
Pero entonces, ¿qué se entiende por soledad?
Existen distintos tipos de soledad. Aquí sólo hablaremos de la soledad transitoria o temporal, y de la soledad permanente. La primera se refiere a un estado de ánimo breve y ocasional, es intencional y con un propósito, como reflexionar, conocerse a fondo o estar consigo mismo. La segunda es un estado permanente donde se tienen síntomas depresivos como inactividad, pérdida de energía, y ya no hay motivación para realizar actividades que para los demás resultan agradables.
Si no se logra estar en soledad (temporal) entonces la vida en comunidad se vuelve complicada, ya que al no tener contacto consigo mismo no podrá tener contacto con los demás. Pero también, quien no sabe estar en comunidad debe prestar cuidado para no usar la soledad como un escape para no convivir con los demás.
Dentro de la comunidad se aprende a estar en soledad, cuando se buscan momentos de oración en silencio, cuando se tienen momentos para estar a solas, momentos de meditación, etc., y sólo aquel que pueda experimentar la soledad puede vivir en comunidad. Únicamente en soledad adquirimos realmente el sentido de la comunidad, ya que nos damos la oportunidad de reflexionar y meditar nuestra propia vida, nuestra relación con Dios y con los demás.
La señal distintiva de la soledad es el silencio, lo que no significa estar mudos, así como la señal de la comunidad es la palabra, lo que no significa que hablar sea discutir.
Cuando se logran tener momentos de soledad, entonces el silencio y la palabra guardan la misma intima relación que soledad y comunidad. Lo uno no se da sin lo otro, porque el estar en contacto con uno mismo y con Dios, nos lleva a estar también en contacto con la comunidad.
Como dice la palabra, «Hay un tiempo para callar y un tiempo para hablar» (Ecl 3,7)
Tomado de: Bonhoeffer, D. (2005). Vida en comunidad. España: Ediciones Sígueme.