De la misma forma que hicimos con el vicios del orgullo en nuestra serie Vicios y virtudes, presentamos hoy aquel algunas actitudes que pueden servirse señales de alerta de que la avaricia está presente en nosotros.
Recordemos que traemos estas actitudes apenas como simples indicadores que nos pueden servir para evaluarnos y así reconocer rastros del vicio en nosotros.
Señales de alerta de posible avaricia en nosotros
1- Insatisfacción: la primera actitud que surge en el avaro es la ingratitud. No importa lo que el posea, el siempre quiere más, sea en cantidad, sea en calidad. Nunca aquello que posee es suficiente, de modo que esta constantemente ansiando cosas mejores, más modernas, más caras, etc.
Es común en personas avara el esfuerzo y dedicación para obtener alguna cosa, e inmediatamente después de obtenida, caer en un estado de desinterés en relación a aquello y hasta de desánimo, que permanece hasta que surge el deseo de otra cosa.
2- Ingratitud: siempre unido a la insatisfacción viene la ingratitud hacia aquello que se poseyó.
El avaro no consigue percibir que los bienes que tiene a su disposición son un regalo divino que Dios concede por amor y benevolencia, aún pasando por causas segundas como padres, trabajo, benefactores, etc.
Surgen constantemente en el corazón en los labios de los ingratos la murmuración y reclamos.
3- Exceso de preocupación por los bienes: los pensamientos de los avaros residen en porcentaje importante en sus bienes,oscilando entre gozo de poseerlos, su preservación y como hacerlos crecer.
Del pensamiento se pasa para los actos, de modo que se verifica, a veces, trabajo excesivo (a fin de producir cada vez más riqueza) sin dejar tiempo para Dios y para los otros (familia, noviazgo, amigos, etc.).
4- Dificultad para compartir los bienes: del anterior surge la dificultad de compartir.
Ahora, el avaro considera los bienes como algo precioso y que fue obtenido con tanto esfuerzo que el único dueño y Señor de ellos “soy yo” (sin percibir que, irónicamente, el verdadero “dueño y Señor” en esa situación son los bienes), de modo que él se considera el único merecedor de disfrutar de ellos.
Hacia la idea de que otros disfruten de sus bienes, sufre, específicamente, se siente explotado.
No le agrada ni se alegra con la idea de que “sus preciosos bienes” caigan en las “manos de otros que no hicieron nada para obtenerlos”. Sabe que el compartir exige perder (cuando doy, dejo de tener aquellos que doy), y sufre con esto.
No le importa si eso va a ayudar a otros, para el avaro la “alegría de dar” parece ser menor que la de “recibir”.
Sin importar la cantidad, se siente robado.
Para evitar este dolor, no comparte o comparte menos de lo que podría, inventando disculpas para los otros y hasta para si mismo, que lo ayuden a olvidar la necesidad del otro y hacer prevalecer la suya que no es sino el gusto de poseer disfrazado.
5- Acumulación excesivo de riqueza: en esta misma línea, ya en casos excesivos, verificandose personas que acumulan grandes cantidades de riqueza. Estés es uno de los puntos generadores de la pobreza material negativa en la sociedad.
Ahora, existe la pobreza material positiva, que es aquella via de desprendimiento y simplicidad que muchos escogen voluntariamente, y la pobreza material negativa, que es aquella que se verifica por la injusticia y la mala distribución de los bienes en la sociedad, que lleva personas a vivir abajo de sus necesidades y dignidad humana, y que ciertamente no es deseada por Dios (cf. Raneiro Cantalamessa, pobreza).
Este mal tiene por origen a la avaricia, que lleva a unos pocos a acumular riquezas de forma desmedida y no compartir sus bienes teniendo en vista el bien común.
En una escala menor (por ejemplo, un barrio o comunidad), el mismo se da cuando algunos poseen más de lo que necesitan en cuanto otros pasan necesidad.
Reflexión
Hagamos un examen de conciencia y veamos si estos “sintomas” estan presentes en nuestra vida, a fin de que reconocer si estamos siendo contaminados por el vicio de la avaricia.
Traducción: Nicole Massonnier