Palabras del Santo Padre en la audiencia de este miercoles, 11 de mayo
En su audiencia general del miércoles de la séptima semana de Pascua del Jubileo de la Misericordia – acercándose la Solemnidad de Pentecostés y el 99 aniversario de la primera aparición de la Virgen a los tres pastorcitos – el Santo Padre invitó a los peregrinos de tantas partes del mundo a prepararse con la oración y las obras de misericordia, para recibir al Espíritu Santo: «que Él haga de cada uno de nosotros hijos reconciliados».
Ante la celebración del 13 de mayo, de Nuestra Señora de Fátima, el Papa Francisco invitó a escuchar el ruego de la Madre de Dios y a rezar por la paz en el mundo. Evocando a su amado predecesor San Juan Pablo II, se dirigió en particular a los peregrinos de Polonia:
«El viernes celebramos la memoria litúrgica de la bienaventurada María Virgen de Fátima. En esta aparición, María nos invita una vez más a la oración, a la penitencia y a la conversión. Nos pide que no ofendamos más a Dios.Advierte a toda la humanidad sobre la necesidad de entregarse a Dios, fuente de amor y de misericordia. Siguiendo el ejemplo de San Juan Pablo II, gran devoto de la Virgen de Fátima, pongámonos atentamente a la escucha de la Madre de Dios impetrando la paz para el mundo. Alabado sea Jesucristo».
En su cordial bienvenida a los peregrinos de lengua portuguesa, el Papa saludó en particular a los peregrinos brasileños, con un pensamiento a su amada nación. «En estos días en que nos preparamos a la fiesta de Pentecostés – dijo el Obispo de Roma – pido al Señor que difunda abundantemente los dones de su Espíritu, para que su país en estos momentos de dificultad, proceda por la senda de la armonía y de la paz, con la ayuda de la oración y del diálogo. Que la cercanía de Nuestra Señora Aparecida, que como buena Madre no abandona nunca a sus hijos, sea defensa y guía en el camino»
Haciendo hincapié en que, cuando Dios nos perdona, su misericordia llena nuestro corazón de alegría, el Papa reiteró que el Año jubilar es una invitación a una buena Confesión, para recibir el amor divino. Y renovó su exhortación a vivir el Jubileo Extraordinario redescubriendo la necesidad de las obras de misericordia corporales y espirituales, como alimento de nuestra fe.
Ya antes de la audiencia general, el Santo Padre había saludado a los enfermos, que siguieron el encuentro desde el Aula Pablo VI, debido a la lluvia que caía de forma intermitente.
«Roguemos a Dios Omnipotente, para que derrame sobre nosotros el Espíritu Santo con sus dones y podamos ser valientes testimonios de Cristo y de su Evangelio, animó asimismo el Obispo de Roma, recordando la Solemnidad de Pentecostés también en sus palabras a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados:
«Queridos jóvenes, les deseo a cada uno de ustedes que sepan reconocer, entre tantas voces del mundo, la voz del Espíritu Santo, que sigue hablando al corazón del que se sabe poner a la escucha. Queridos enfermos, en particular a los huéspedes del Cottolengo de Trentola Ducenta, encomiéndense al Espíritu Santo, que nunca les hará faltar la luz consoladora de su presencia. Y a, ustedes, queridos recién casados – en especial a los matrimonios del Movimiento de los Focolares – les deseo que, en el mundo, sean transparencia del amor de Dios con la fidelidad de su amor y su unión en la fe».
La parábola del Padre misericordioso nos muestra la lógica de la misericordia de Dios. Esta marca su modo de actuar con los hombres, abre nuestros corazones a la esperanza y nos devuelve la dignidad de hijos de Dios. La lógica de la misericordia usada por el padre es muy distinta a la lógica usada por los dos hijos de la parábola, pues el hijo menor, sumido en la tristeza, pensaba merecer un castigo por los pecados cometidos, mientras que el hijo mayor, presumiendo de estar siempre con el padre, esperaba una recompensa por los servicios prestados. Tanto el uno como el otro necesitaban experimentar la misericordia, por eso el padre invita a ambos a hacer fiesta, pues la lógica de la misericordia no entiende de premios o castigos, sino de acoger a todo el que necesita de misericordia y perdón, y de que todos vuelvan a ser hermanos. Precisamente en ver a los hijos juntos y reconociéndose como hermanos consiste la alegría del padre.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Acojamos con gozo la invitación de Jesús a participar en la fiesta de la misericordia y de la fraternidad, y abramos nuestro corazón para ser misericordiosos como el Padre. Que Dios los Bendiga.
Fuente: Radio Vaticano