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Conoce a Luigi y María, un matrimonio normal y santo

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Ya oíste hablar de Luigi y Beltrame Quattrocchi? Probablemente, no. Tal vez ni sepas que existe un matrimonio en la Iglesia en proceso de canonización. Es cierto. Luigi y María fueron el primer matrimonio beatificado por Juan Pablo II el 21 de Marzo de 2001. minfami3

En la historia de la Iglesia fue un acontecimiento inédito. Un matrimonio del siglo XX declarado beato, los hijos presentes en la ceremonia de beatificación de los padres, dos de ellos sacerdotes, concelebraban con Juan Pablo II en la misma Iglesia donde, cien año atrás, los padres se dieron el uno al otro en matrimonio. Día también en que la Iglesia celebró los 20 años de la Exhortación Apostólica “Familiaris consortio”, documento que aún hoy demuestra estar de actualidad, ya que además de ilustrar el valor de matrimonio y de las tareas de la familia, invita con particular empeño al camino de santidad al que los esposos están llamados debido a la gracia sacramental, que “no se agota en la celebración del matrimonio, sino que acompaña a los cónyuges a lo largo de toda la existencia” (Familiaris consortio, 56).

La vida de esta pareja es una señal viva de lo que afirma el Concilio Vaticano II sobre la vocación de todos los fieles laicos a la santidad, especificando que los cónyuges deben buscar ese objetivo siguiendo su propio camino. Para ellos la fidelidad al Evangelio y a la heroicidad de las virtudes fue revelada a partir de su existencia como matrimonio y como padres.

Luigi y María Beltrame nacieron ambos en Italia, él en Catania, el 12 de Enero de 1880, ella en Florencia, el 24 de Junio de 1884. Luigi era un brillante abogado que culminó su carrera como procurador general del Estado italiano; María Corsini, nacida en una familia noble era profesora y escritora, apasionada por la música. Trabajó como enfermera voluntaria de la Cruz Roja durante la guerra de Etiopía y la II Guerra Mundial. Catequista, estaba también comprometida con varias asociaciones benéficas, como Acción Católica femenina. Los dos se conocieron en Roma y se casaron en la Basílica de Santa María Mayor el 25 de Noviembre de 1905. Recibieron con docilidad la gracia matrimonial que los llevó a santificarse apoyándose el uno en el otro y acogiendo con alegría los frutos de su amor: cuatro hijos, a quienes colmaron de cariño, educación y de forma especial, de testimonio de fidelidad y generosa caridad. No eran pocas las veces que sus hijos los vieron acogiendo en casa refugiados de guerra y organizando grupos de “scouts” con jóvenes de barrios pobres de Roma durante la post-guerra.

De los cuatro hijos que tuvieron, tres siguieron la vida religiosa, Estefanía, su primera hija, se hizo monja benedictina y recibió el nombre de María Cecília, ambos hijos se sintieron llamados al sacerdocio, Felipe, hoy padre Tarcísio, es sacerdote diocesano en Roma y César, se convirtió en monje trapista. Cuando María estaba embarazada de su última hija vivió un tiempo de grandes pruebas. Sufriendo un problema grave de salud y teniendo un embarazo muy complicado, los médicos le aconsejaron abortar para que al menos se salvara su vida. La posibilidad de supervivencia del diagnóstico era del 5%, sin embargo el matrimonio prefirió arriesgar y colocar su confianza en el Señor. Enriqueta nació con salud y hoy tiene 89 años, estando incluso presente en la ceremonia de beatificación de los padres.

En noviembre de 1951, a los 71 años, Luigi falleció víctima de una parada cardíaca. Catorce años más tarde, a los 81 años, María falleció en los brazos de Enriqueta, en su casa en las montañas. En 1993, su hija mayor. La hermana María Cecilia, se unió a sus padres. Leyendo la vida de este matrimonio podemos preguntarnos porque solo después de 2000 años se beatifica a un matrimonio en la Iglesia. Y por qué precisamente éste fue digno de tan alto reconocimiento. Con seguridad todo está ligado a los misterios de los designios de Dios, pero creemos que la Iglesia está viviendo un tiempo especial y muchos otros matrimonios serán también reconocidos por su santidad de forma pública y universal, ya que muchos lo son en el anonimato del día a día, sin necesariamente esperar tantos siglos para ello.

Al leer la homilía de Jua n Pablo II en el día de la beatificación comprendemos el secreto de la santidad en la vida matrimonial que consiste en vivir la vida ordinaria de forma extraordinaria. Luigi y María, entre las alegrías y las preocupaciones de una familia norma, que los matrimonios conocen tan bien, supieron vivir una existencia rica en espiritualidad. Vivan la Eucaristía de forma cotidiana, también la devoción a la Virgen María cuando la familia, que estaba consagrada al Sagrado Corazón de Jesús, unida, rezaba todas las noches el rosario. Nunca faltaban los momentos de ocio y deporte, les gustaba pasar las vacaciones en la montaña y en el mar. Su casa siempre estaba abierta a amigos numerosos y aquellos que llamaban a su puerta en busca de alimento.

María decía sobre sus hijos: “Educándolos en la fe, para que conociesen y amasen a Dios”. Los mismos recordaban que la vida familiar estaba marcada por el sentido sobrenatural. “Un aspecto que caracteriza nuestra familia, recuerdo el hijo mayor, era el clima de normalidad que nuestros padres habían suscitado en la búsqueda diaria de los valores trascendentales”. “Nunca había imaginado que mis padres podrían ser proclamados santos por la Iglesia, pero puedo afirmar sinceramente que siempre percibí su extraordinaria espiritualidad. En casa siempre se respiró un clima sobrenatural, sereno y alegre”.

Juan Pablo II afirmó que “Luigi y María vivieron a la luz del Evangelio con gran intensidad, amor conyugal y al servicio de la vida. Asumieron la responsabilidad total en la tarea de colaborar con Dios en la procreación, dedicándose generosamente a los hijos para educarlos, guiarlos y orientarlos en el descubrimiento de sus designios de amor. De este terreno espiritual tan fértil surgieron vocaciones para el sacerdocio y para la vida consagrada, que demuestran como el matrimonio y la virginidad, a partir del enraizamiento común en el amor esponsal del Señor, están íntimamente relacionados y se iluminan recíprocamente. Fueron cristianos esclavos, coherentes y fieles a su propio bautismo: fueron personas llenas de esperanza, que supieron dar justo significado a las realidades terrenas, teniendo los ojos y el corazón puestos siempre en la eternidad. Hicieron de su familia una auténtica iglesia doméstica, abierta a la vida, a la oración, al testimonio del evangelio, al apostolado social, a la solidaridad con los pobres, a la amistad”.

El testimonio de vida de Luigi y María nos confirma que el camino de la santidad recorrido por este matrimonio es posible y bello, es camino de felicidad en medio de los dolores y provocaciones del día a día. Pidamos al señor la gracia de que existan cada vez más matrimonios que, seducidos por Cristo e invadidos por el Espíritu, hagan trasparecer, en la santidad de su vida, toda la belleza del amor conyugal manifestado a través del sacramento del matrimonio. Y que crezca de forma generosa el número de matrimonios beatificados y canonizados por la Iglesia para que sean modelos a seguir e intercesores.

Traducido del portugués por María José Aguilar


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