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Cor Cordi loquitur: el corazón habla al corazón

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No se trata de una devoción sentimental, sino de la vivencia de una espiritualidad integral, de una relación con Dios que no excluye sentimientos y afectos, ni de parte suya ni de nuestra parte. Estamos llamados a (re)descubrir el tierno amor de Dios por nosotros ya amarlo también con todo nuestro corazón.

 “Aunque la gente hable mucho, es el corazón el que habla al corazón; la lengua sólo alcanza a los oídos”. Así escribe San Francisco de Sales al Arzobispo de Bourges a propósito de la predicación. A partir de esta enseñanza podemos y deseamos penetrar mejor en el misterio que se celebra en la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.

 “Dios, que muchas veces y de muchas maneras habló a los padres por los profetas, ahora nos habla a nosotros por el Hijo” (Hb 1, 1-2a). En la misma línea, análogamente, podemos decir que en estos “últimos” tiempos, Dios quiso hablarnos a través del Corazón de Jesús.

El Antiguo Testamento, en cambio, habla del “corazón” de Dios (ver, por ejemplo, el hermoso capítulo 11 del profeta Oseas) para referirse al amor de Dios por la humanidad. En el Verbo hecho carne, Dios verdaderamente toma para sí un corazón humano, con el que ama a cada hombre y mujer con un amor que va más allá de la misma muerte. En la Cruz, Jesús ya había expirado cuando la lanza atravesó Su costado, haciendo brotar sangre y agua. Victorioso sobre la muerte, su Sacratísimo Corazón nunca ha cesado y nunca dejará de latir de amor por nosotros.

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús tiene sus raíces en el misterio pascual; es, más bien, “un compendio de todo el misterio de nuestra redención”. Sin embargo, “sólo gradualmente este corazón se convirtió en objeto de especial adoración, como imagen del amor humano y divino del Verbo Encarnado”.

Una de las mayores promotoras del culto al Sagrado Corazón de Jesús fue la mística francesa del siglo XVII Santa Margarita María Alacoque. En una de sus visiones místicas, Jesús le hizo tomar el lugar del discípulo amado en la Última Cena, diciéndole: “Mi divino Corazón está tan enamorado de amor por los hombres que, no pudiendo encerrarse en sí mismo las llamas de su caridad ardiente, debéis difundirlos”. Para ello, Jesús le pidió que se comprometiera con la institución de una fiesta particular para honrar su corazón, que se celebraría el viernes siguiente a la octava del Corpus Domini. En el siglo XIX, la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús se hizo universal para toda la Iglesia Católica.

No se trata de una devoción sentimental, sino de la vivencia de una espiritualidad integral, de una relación con Dios que no excluye sentimientos y afectos, ni de parte suya ni nuestra. Estamos llamados a (re)descubrir el tierno amor de Dios por nosotros ya amarlo también con todo nuestro corazón

En este sentido, es muy útil y hermoso el ejercicio de la lectura orante de las páginas del Evangelio, buscando intuir lo que está pasando en el corazón de Jesús. En el pasaje leído en la Solemnidad del Sagrado Corazón de ese año, por ejemplo, Jesús dice: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. Entrando en estas palabras encontramos un corazón lleno de compasión, atento, solícito. Un corazón que conoce el peso que pesa sobre nosotros, peso que muchas veces nos angustia, oprime, cansa. Un corazón donde descansar en la certeza de sentirnos acogidos tal como somos y ayudados en nuestras dificultades. Un corazón que desea nuestro corazón, que lo busca incansablemente.

La Solemnidad del Sagrado Corazón es una invitación a entrar en el misterio insondable del amor de Dios y a dejarnos encender por ese “horno ardiente”. En esta relación de corazón a corazón, lo tenemos todo.


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