Cuando alabamos a Dios por su inmensa generosidad, debemos recordar los regalos recibidos de sus manos generosas. Al ver lo mucho que ha hecho, nuestra esperanza y vigor se renuevan para continuar caminando. “Si el grano de trigo que cae en tierra no muere, no puede dar fruto”. De esta forma varios misioneros tuvieron la experiencia de ser la semillita sembrada en la tierra este año de 2022. Son todavía pequeñas semillas, pero ya comparten la robustez de su experiencia y la alegría de la vida misionera.
Shalom en Lisboa, Portugal
La llegada a tierras lusitanas causó gran alegría pues la Comunidad deseaba desde hace mucho tiempo echar raíces en esta bella ciudad y anunciar en ella el Evangelio de Cristo Vivo. Este gran deseo se hizo realidad gracias a la preparación de la Jornada Mundial de la Juventud, pues la Arquidiócesis de Lisboa invitó a la Comunidad para ponerse al servicio de este acontecimiento tan importante para la Iglesia y para los jóvenes, quienes son tesoro valioso para ella y para el carisma.
Los seis misioneros de la misión de Lisboa se dedican actualmente al trabajo para la preparación de la Jornada Mundial de la Juventud 2023. Isabel, comparte la gran gracia de llevar la novedad del carisma Shalom a Lisboa:
“Somos el rostro del carisma aquí, es muy bonito comunicar con nuestra vida la experiencia del Evangelio. No tenemos estructuras como las de las grandes misiones: grupos de oración, centro de evangelización o grande eventos, así que es a partir de nuestra vida que la gente entra en contacto con el Carisma”.
Shalom en Hsinchu, Taiwán
La llegada a Taiwán fue un grito de júbilo de un sueño hecho realidad gracias a la intercesión de muchas personas y al fruto de una larga preparación por parte de los misioneros. La experiencia de estos primeros días “es como quitarse las sandalias”, describe el P. Vitor Bonfim, uno de los misioneros de Hsinchu, refiriéndose al pasaje de la zarza ardiente. Quitarse las sandalias de los pies es un gesto de desprendimiento y bienvenida en esta tierra. En estos primeros días también nos centramos en aprender el idioma, “porque los que aman quieren comunicarse”, explica el misionero.
“La alegría, el descubrimiento y la comunión han marcado nuestra vida aquí. Descubrir tanto de la gente, sus características y ofrecer nuestra vida. Es muy hermoso vivir el tiempo de la fundación”, concluye el sacerdote misionero.
En la experiencia de estos misioneros se esconde una inmensa riqueza. Tienen en común el fervor de la evangelización y la paciencia del amor que tiene sus tiempos y sus ritmos particulares. Ya sea en Taiwán o en Lisboa, el corazón humano tiene sed de Dios.