Conocí a la comunidad a través de una muy buena amiga, una chica llena de energía y corazón noble. Fue en una fiesta de cumpleaños tanto para ella como para un misionero de Shalom. Llegué a la fiesta y desde el primer momento me recibieron maravillosamente y me bombardearon con un montón de preguntas … ¿De dónde eres?, ¿Cuál es tu nombre?, ¿Qué estás haciendo en Estados Unidos? Sin embargo, no me molestaron en absoluto, por el contrario me sentí bienvenida por todos, a pesar de que me eran totalmente extraños. Al final de la fiesta, me invitaron al día de playa y a un viaje de campamento que estaban organizando. Decidí ir a la playa con ellos, tuvimos el “Día de mujeres”, fue divertido y lleno de risas. Desde ese momento encontré personas muy dulces que hasta el día de hoy me ofrecen su apoyo.
Yo era una católica no practicante. Para ser sincera, estaba lejos de Dios, pero conocer a la comunidad me ayudó a enfrentar situaciones emocionales por las que estaba pasando en ese momento de mi vida. Estaba lejos de mi país, lejos de mis amigos y seres queridos, y especialmente lejos de mi familia, lo cual siempre ha sido muy importante para mí. Estaba en un país desconocido, sin alguien en quien pudiera confiar realmente.
Me inscribí en un programa de intercambio en el que tuve que vivir con una familia estadounidense durante un año. Desde el principio sabía los defíos que enfrentaba la familia, pero decidí ayudarlos. Durante mi año de intercambio la familia con la que viví sufrió algunos momentos difíciles, el más triste fue la pérdida de uno de los miembros de mi familia e incluso si no los conocía tanto como hubiera querido, esa pérdida todavía me dolía mucho. Nunca imaginé tener que despedirme de la persona que me abrió las puertas de su casa, la persona que me confió el cuidado de sus hijos sin conocerme, sin saber nada de mí. Esta es la razón por la cual la gente de la comunidad de Shalom y Dios fueron mi principal apoyo durante ese año. Aprendí de ellos muchas cosas, relacionadas con la religión, pero también sobre la vida.
Una de las cosas que más me gustó fue la “Adoración”. Nunca antes había hecho eso en mi vida, así que aprendí una nueva forma de estar cerca de Dios. Con el paso del tiempo, me acerqué más y más a él. Aprendí que si pensaba que no había nadie con quien hablar, para contarles cómo me sentía, o si mi familia o un amigo estaba demasiado lejos para darme un abrazo, podría hablar con Dios sobre eso y mucho más. Aprendí una forma diferente de amar a Dios, nuestro Señor. Además, si tuviera dudas acerca de la religión, podría contar con alguno de los misioneros, especialmente uno de ellos, y les podía preguntar sobre cualquier duda que tuviera. Siempre me explicaron las cosas de la mejor manera y con una sonrisa.
El sábado fue un día muy especial para mí. Ese día supe que era hora de estar con mi familia Shalom, incluido Dios. Por lo general hacemos nuestro grupo de oración y luego hacemos alguna actividad todos, y siempre la pasamos muy bien. Aprendí que la religión no tiene que ser aburrida, aprendí a escuchar a la gente, aprendí hermosas canciones, aprendí que la familia no siempre tiene que tener mi misma sangre, porque todos en la comunidad me demostraron que son seres humanos extraordinarios y todos ellos tendrán un lugar especial en mi corazón para siempre.
De vuelta en mi país, puedo decir que Dios todavía está conmigo, que soy importante para Él y que puedo confiar en que tiene un excelente plan para mí. Dios me mostró que no estoy solo y que Él pone personas maravillosas en mi vida. Él me mostró que las cosas divertidas en la vida no contradicen a la religión. Sé que todavía tengo mucho que aprender. Doy gracias a la comunidad Shalom por abrirme las puertas, por ayudarme a acercarme a Dios nuevamente, les agradezco por la gran fe en Dios que tengo hoy, gracias por haberme enseñado el significado de la palabra SHALOM. Gracias a todos y cada uno de mi familia Shalom por todo esto y por mucho más.