Cristo ha resucitado, ¡Aleluya! Sí, verdaderamente resucitó, ¡Aleluya!
Esta verdad cambia todo, cambia mi vida, tu vida, cambia la historia de la humanidad. Esta verdad nos ha salvado. No son palabras vanas. Nuestros sentimientos o nuestras ideas no pueden salvarnos. Lo que nos salva, lo que salva al mundo, lo que salva la historia, lo que salva a todos los hombres y el universo es eso: Cristo ha resucitado, ¡Aleluya! Sí, verdaderamente resucitó, ¡Aleluya!
No solo celebramos un evento que ocurrió hace dos mil años. Celebramos un hecho, un evento que inaugura el tiempo de la victoria de Dios sobre el pecado, sobre la muerte y sobre todo el mal. ¡Celebramos, acogemos, vivimos el evento que establece e inaugura un nuevo tiempo, el tiempo de la victoria de Dios sobre el pecado, sobre su pecado y el mío, sobre la muerte, sobre el mal que a menudo nos muerde el talón! Hoy comenzó una nueva era. Hoy se ha inaugurado un nuevo tiempo, el tiempo en que Jesucristo en su cruz y su resurrección definitivamente ganó al pecado, la muerte y todo el mal.
¡El pecado ya no domina el mundo! El pecado ya no me rige, ¡ya no tiene el poder de mandar! Fuimos esclavos del pecado, pero ahora Jesús nos ha liberado. El pecado ya no domina el mundo, ya no nos gobierna. La muerte ya no comanda más. Ahora, es el amor misericordioso del Resucitado quien nos manda a mí y a todos los que creen y confiesan que Jesús es el Señor. Él nos ordena. ¡El pecado ya no manda! El egoísmo ya no ordena más. Todavía puede existir y si lo alimentas, se vuelve más fuerte, pero ahora es débil, porque fue vencido por la cruz y la resurrección de Cristo. El egoísmo ya no ordena más. La impureza ya no ordena más. El orgullo ya no ordena más. El resentimiento ya no ordena más. La vanidad, la idolatría, la superstición, los celos, el odio, la ambición, la discordia, la envidia, la avaricia, la autocomplacencia ya no rigen. Debido a que estas cosas no nos ordenan más, ya no tenemos que vivir como esclavos. Ahora, hay una fuerza, un poder dentro de nosotros. Mi hermano, ¡esto es verdad!
Lo que rige ahora es el amor de Cristo con el perdón, con la caridad, con la alegría, con la paz, con la paciencia, con la bondad, la fidelidad, la suavidad, la templanza, la pureza, el autosacrificio. ¡Estos deberían prevalecer ahora, deberían gobernar nuestras vidas! Tenemos fuerza y poder para vivir una nueva vida. Esta fuerza y poder es la resurrección de Cristo por el Espíritu Santo que se nos ha dado. Necesitamos creer y abrazar la resurrección de Cristo.
Moysés Azevedo