Comunidad

El matrimonio en la Vocación Shalom

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La vocación Shalom trae consigo los tres estados de la vida que se encuentra en la Iglesia: el matrimonio, el celibato y el sacerdocio; todos unidos en el misma llamado, el ser Shalom.

“El estado de vida es un don que el Señor da a cada hermano, de acuerdo a su voluntad, para que pueda amar y servir mejor al Señor y a los hermanos, vivir mejor la vocación Shalom y en ella donarse en apertura y el servicio” (ECCSh, 145).

Como bien expresan nuestros estatutos, el estado de vida es sobre todo una llamada personal. Dios es el que desafía a esa persona de manera única y la invita a amarlo y servirlo a través de un llamado en particular.

Pero este llamado no existe en la vista sólo los elegidos, sino que implica una misión para la Iglesia y el mundo. Por lo tanto, creemos que el estado de vida de cada miembro de la comunidad, ya sea matrimonio, el celibato o el sacerdocio, es el medio por el cual ese hermano será mejor vivir su vocación de ser Shalom.

Los estados de vida son, en la vocación Shalom, como un reflejo de la Trinidad: “Tomando como modelo la Trinidad, los tres estados de vida en la Comunidad son, a diferencia de su pueblo el modelo y la fuente de su experiencia y de la misión” (ECCSh, 143). Así como en la Trinidad cada persona tiene su misión y al mismo tiempo une en la misma misión, también lo hace la Comunidad. Pero no importa aquí en ahondar mucho sobre la belleza de esta pluralidad, sino detenernos sólo en el matrimonio.

El matrimonio en la Comunidad está llamada a reflejar la paternidad amorosa de Dios, que actúa como un instrumento generador de vida y de la animación del espíritu de familia para cada hermano. Por tanto, es un reflejo de la “auto-creación” de Dios. El matrimonio está presente en nuestra vocación, tanto en la Comunidad de la Vida y la Alianza Comunitaria.

En la Comunidad de Vida

Con alegría, la comunidad de la vida genera y da la bienvenida a las familias que se sienten llamados por el Señor para vivir esta dimensión de la vocación. Las parejas deben vivir en la plenitud llamada la Comunidad de la Vida “(ECCSh, 147). Eso significa abrazar la vida comunitaria con todas sus bendiciones y renuncias. La pobreza, la obediencia, la castidad (según su estado), la vida de oración, la fraternidad y la vida apostólica son realidades tan presentes en la vida de una pareja como en cualquier otro hermano de la Comunidad.

Una de las propias misiones de los que contraen matrimonio es la educación de los niños. En esta tarea, los padres siempre deben respetar la libertad de los hijos, pues éstos no tienen las mismas obligaciones de la vida comunitaria que ellos y también no están obligados a seguir su ejemplo. “La educación en la fe católica y en el espíritu de la vocación será el mayor patrimonio y tesoro que los padres deben reservar para sus hijos” (ECCSh, 149).
Por tanto, creemos que la vida comunitaria, según el espíritu de la vocación, en nada se opone a los derechos y obligaciones de la vida familiar, y para los que son llamados, constituye una verdadera gracia que en todo coopera a su pleno desarrollo “(ECCSh, 147).

En la Comunidad de Alianza

El mundo de hoy, castigado por tantos males, se ha caracterizado, de una manera nunca antes vista, por la destrucción y la devaluación de las familias. Cada día que pasa, más divorcios aumentan, los esposos no entienden, los niños se rebelan, e incluso hay quienes dicen que, en nombre de una falsa libertad, es mejor vivir solo.

Como comunidad, creemos que “sólo habrá un nuevo mundo si hubiera nuevas familias” (RVSh, 255), familias que dan testimonio a los hombres el Evangelio de Jesucristo.
Las Parejas de la Comunidad de Alianza, por estar involucrada de manera más directa en el mundo secular, llevan consigo una misión muy especial para la renovación de la mente y la vida de los hombres de hoy. Por su testimonio, ellas deben ser como luces para las familias de nuestro tiempo.

Educando a sus hijos en la fe, en el espíritu del Evangelio y el carisma que nos ha dado, educándolos con el ejemplo y por las palabras para compartir, pureza y dulzura” (ECCSh, 235), los padres estarán cumpliendo su misión, viviendo plenamente la vocación Shalom según su propio llamado.

Formación agosto de 2009
Traducción: Susan Katerin Cardich Aguirre


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