“Custodiar a Jesús con María, custodiar toda la creación, custodiar a todos, especialmente a los más pobres, custodiarnos a nosotros mismos; he aquí un servicio que el Obispo de Roma está llamado a desempeñar, pero al que todos estamos llamados: ¡protejamos con amor lo que Dios nos ha dado!”.
Con esta fuerte exhortación el Papa Francisco concluía, hace exactamente un año, la mañana del 19 de marzo de 2013, su homilía de la solemne Misa presidida con motivo del inicio de su ministerio petrino, en una plaza de San Pedro abarrotada de fieles de numerosos países, a los cuales el Obispo de Roma les indicaba, en el día de su fiesta, el modelo de San José, custodio de María y de Jesús y de toda la Iglesia, tal como lo había subrayado ya el beato Juan Pablo II.
El Papa Francisco recordaba asimismo a su predecesor, Joseph Ratzinger, entre los aplausos de más de 200 mil personas, en el día de su onomástico.
Y afirmaba que la vocación de custodiar no sólo nos atañe a nosotros, los cristianos, sino que tiene una dimensión que antecede y que es simplemente humana, porque corresponde a todos los hombres, porque es custodiar toda la creación, es tener respeto por todas las criaturas de Dios y por el entorno en el que vivimos.
Es custodiar cada uno, con amor, especialmente a los niños, a los ancianos, a quienes son más frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón. ¡Sean custodios de los dones de Dios! Pedía hace un año el Papa Francisco, dirigiéndose a todos los que ocupan puestos de responsabilidad en el ámbito económico, político o social, porque cuando falta esta responsabilidad “entonces gana terreno la destrucción y el corazón se queda árido”.
Custodiar quiere decir entonces vigilar sobre nuestros sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es de donde salen las intenciones buenas y malas: las que construyen y las que destruyen. Y añadía: “No debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura que no es la virtud de los débiles, sino más bien todo lo contrario: denota fortaleza de ánimo y capacidad de atención, de compasión, de verdadera apertura al otro, de amor”.
“Cristo ha dado un poder a Pedro, concluía el Papa su homilía de la Misa celebrada por el inicio de su pontificado, pero el verdadero poder es el servicio, y el Papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz. Sólo quien sirve con amor sabe custodiar”.
18 de Marzo de 2014
Fuente: news.va