Formación

El virus de la lujuria y los deleites de una carne insaciable 

Cuando las pasiones de la carne dominan todo el ser.

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Tú has acompañado aquí en comshalom.org la Serie Vicios y Virtudes. Hoy vamos a hablar de un vicio, llamado de impureza, pero conocido también como lujuria.

El placer infértil de la lujuria

La lujuria es el amor desordenado a los deleites de la carne prohibidos por el 6° y 9° mandamiento. De los vicios, es el más imperioso y de él surgen lamentables consecuencias.
El Catecismo enseña:
 
 “La lujuria es un deseo desordenado o un gozo revoltoso de placer venéreo. El placer sexual es moralmente desordenado cuando buscamos por sí mismo, aislado de las finalidades de la procreación y de la unión” (CIC 2351).

Un puente para otros males 

De la impureza nacen inúmeros pecados como egoísmo, celos, odio, adulterio. El propio Jesús advierte al respecto de los graves males que nacen de la impureza:
 
“no es aquello que entra en el hombre que lo vuelve impuro, sino aquello que sale de él. Porque del corazón proceden los malos pensamientos, muertes, adulterios, fornicación, hurtos, falsos testimonios y blasfemias” (Mt 15,11.19).

Lujuria en actos

Existen diversas formas de actos lujuriosos. Hoy traemos aquí apenas tres, la masturbación, la fornicación y la pornografía. al respecto de los tres, traemos un trecho del Catecismo:  
 
1- Masturbación: Esta se volvió, de algunos años para acá, algo tenido como “común”, tanto en hombres como mujeres, principalmente los jóvenes.
 
Es enseñado, inclusive, en las escuelas como un derecho de las personas y es incentivado, a fin de que el alumno “conozca” y “disfrute” de su propio cuerpo. pero es todo mentira.
 
La masturbación es uno de los actos más egoístas y tristes que existe, una vez que el hombre se torna el inicio, el medio y fin de su propio placer; oponiéndose al feliz designio divino en que el placer sexual, pensado y querido por Dios, fue hecho para ser disfrutado por los cónyuges, en la celebración del amor y comunión que es el acto conyugal.
 
Enseña el Catecismo:
 
 “Se entiende por masturbación a la excitación voluntaria de los órganos genitales, para entonces sacar un placer venéreo. En la línea de una tradición constante, tanto el Magisterio de la Iglesia como el sentido moral de los fieles ha afirmado sin vacilación que la masturbación es un acto intrínseco y gravemente desordenado. sea cual fuese el motivo, el uso deliberado de la facultad sexual fuera de las normales relaciones conyugales contradice la finalidad de la misma. El placer sexual es allí buscado fuera de la relación sexual requerida por la orden moral, que es aquella que realiza, en el contexto de un amor verdadero, el sentido integral de la donación mutua y de la procreación humana” (CIC 2352).
 
El acto masturbatorio no tiene nada de natural, pues la naturaleza humana no fue creada para vivir para sí, sino para darse al otro.
 
No porque exista la posibilidad de obtener placer manipulando el propio cuerpo, significa que él fue hecho para eso (ej: no porque tenga manos y fuerza para matar, significa que es bueno matar).
 
Pero porque cuando se torna vicio, la masturbación causa consecuencias terribles, a nivel espiritual, psicológico e inclusive, a nivel biológico, como eyaculación precoz y disfunción eréctil. 
 
2- Fornicación: el acto sexual antes del matrimonio es tenido por muchos como algo “inevitable” dentro de una relación de amor; para otros es tenido como necesario para “conocer bien” a la persona antes de cazarse, para otros es apenas el “acto natural” del amor, para el cual no hay necesidad de un contrato; para otros es apenas un momento de placer que se obtiene de una fiesta de sábado a la noche, sea con alguien conocido o no, a fin de cuentas “cada uno sabe lo que hace con su cuerpo”.
 
En efecto, muchos viven la fornicación como algo “normal”.
 
La mayor defensa de la fornicación viene en forma de ataque contra la institución matrimonial. Es presentada como innecesaria o anticuada.  
 
Sin embargo, vean bien que, en todas las defensas de la fornicación, el ser humano es comparado con animales, argumentando que, si los animales mantienen relación sexual de forma indiscriminada, ¿porque el ser humano debería ser diferente?
 
La fornicación consiste, sin embargo, en disminuir la dignidad sexual humana a la pura materia y a la unión sexual corpórea a un mero uso de los genitales en vista del placer. ¡Triste mentira!
 
La unión sexual es santa, pues fue Dios que la instituyó. Debido a esta sacralidad, Dios no quiso que los hombres se relacionasen como animales conducidos por instintos, sino instituyó la unión matrimonial, en la cual el acto conyugal puede ser vivido como unión de comunión y amor. Intimidad, entrega mutua, profundidad, fidelidad, complicidad, alegría, verdadera pasión, son algunos de los factores que solo son vividos en la relación sexual dentro del matrimonio, y que la fornicación no puede alcanzar, ya que se trata esta apenas de placer momentáneo, inconstancia e inseguridad.
 
Sobre eso, enseña el Catecismo:
 
 “La fornicación es la unión carnal fuera del matrimonio entre un hombre y una mujer libres. Es gravemente contraria a la dignidad de las personas y de la sexualidad humana, naturalmente ordenada para el bien de los esposos, asi como para la generación y educación de los hijos. Además, es un escándalo grave, cuando hay corrupción de los jóvenes.” (CIC 2353)
 
3- Pornografía: la pornografía es uno de los mayores mercados que existe y la internet ha facilitado mucho su difusión.
 
El estímulo del deseo sexual es la relación natural del cuerpo humano hacia las imágenes que lo despiertan. Recordemos que los sentidos son la puerta del cuerpo (cf. Mt 6,22).
 
Esto no es pecaminoso en si cuando se piensa en la desnudez de los esposos cristianos, que estimulan el deseo mutuo que los conduce a la unión conyugal. La pecaminosidad de la lujuria está en la malicia y en la utilización del otro para el deleite propio.
 
Ella genera grandes pecados, como la violación, la fornicación y el adulterio, como vemos en la Sagrada Escritura, cuando los dos ancianos ven a Susana bañarse y la desean (cf. Dn 13) o cuando David ve a la mujer de Urias en la misma situación (cf. 2 Sm 11).
 
Cuando no se llega a cometer estos actos externamente, al ver voluntariamente la intimidad de otra persona, son cometidos internamente, lo que constituye un grave pecado contra Dios y contra esa persona que está siendo observada.
 
Jesús dice que todo aquel que mira a una mujer para la codicia, ya en su corazón cometió adulterio con ella (cf. Mt 5,28).
 
La pornografía destruye la dignidad de quien mira, pero, principalmente, de quien está del otro lado de la cámara. Aunque las personas que miran no estén tocando su cuerpo, de alguna forma, disfrutan de él, constituyendo un verdadero acto de prostitución. 
 
Al ver la intimidad del otro, de alguna forma y en cierto nivel, por lo menos una parte de ese otro pasa a pertenecerme, y queda fragmentado. Imaginemos por un segundo la fragmentación del alma de una persona cuyo cuerpo es visto desnudo por millares en internet.
 
Todavía se verifican extremos, en los cuales verdaderas aberraciones y depravaciones son buscadas por muchos que no están más atraídos por imágenes de sexo “convencionales”. no es raro encontrar sitios ofreciendo imágenes de sexo con animales, con cosas y hasta con heces.
 
Mirar pornografía nada tiene de inofensivo. destruye el alma y contribuye con la esclavitud de muchos y muchos jóvenes.
 
Enseña el Catecismo: “La pornografía consiste en sacar los actos sexuales, reales o simulados, de la intimidad de los socios, para exhibirlos a terceras personas, de modo deliberado.”
 
Ofende la castidad, porque desnaturaliza el acto conyugal, donación intima de los esposos uno al otro. es un grave atentado contra la dignidad de las personas intervinientes (actores, comerciantes, publico), una vez que cada uno se vuelve para el otro objeto de un placer vulgar y de un lucro ilícito. Hace sumergir unos y otros en la ilusión de un mundo ficticio. Es pecado grave.
 
 “Las autoridades civiles deben impedir la producción y la distribución de material pornográfico.” (CIC 2354)
 
Para que dejemos el vicio de la lujuria, pidamos a Dios la gracia de la pureza en nuestros corazones. Este es el tiempo favorable para la conversión.

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