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En Varsovia, los refugiados de Ucrania encuentran consuelo, alivio y paz

“La oportunidad de ser partícipe todo esto es una gracia, una experiencia de la que no somos dignos. Es una experiencia de encuentro con el propio Cristo”

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Era un jueves, más concretamente el 24 de febrero de 2022. En este día, el mundo comenzó a presenciar la primera acción que inició el actual conflicto entre Rusia y Ucrania. Ese día tenía todo para ser otro día cualquiera en tierras ucranianas. La gente vivía sus actividades despreocupadas con temas de bombas, armas, tanques… Sin embargo, la primera explosión golpeó un edificio residencial y muchas personas resultaron heridas. Desde ese momento, el pueblo de Ucrania se dio cuenta de que la trágica situación de guerra había tomado lugar, era real. Como resultado, muchos se convirtieron rápidamente en refugiados.

Cientos, miles y hasta millones de personas no tardaron en abandonar el territorio atacado en busca de refugio en tierras vecinas. Pero, ¿dónde refugiarse en un momento tan atípico? Las imágenes del conflicto entre Rusia y Ucrania son impresionantes por su devastación, todavía hacen referencia a la segunda guerra, un período oscuro para la humanidad. Por otro lado, la postura solidaria de los países vecinos ha sido destacada en esta historia tan dolorosa. Países como Hungría y Polonia han recibido refugiados de Ucrania durante casi un mes. Y hay algunos testimonios sobre esta acogedora experiencia que nos gustaría compartir aquí.

Hombres y mujeres, jóvenes y niños, familias e incluso extranjeros… Refugiados en la esperanza. Para acoger a todas estas personas, se han puesto a disposición misioneros de la Comunidad Católica Shalom, unidos a la Iglesia local en Polonia, concretamente en Varsovia. 

Refugiados ucranianos en Varsovia

La misionera Isnayde Barreto, que actualmente vive en Varsovia, Polonia, comparte que su primer contacto con los refugiados fue con un grupo de jóvenes universitarios marroquíes que vivían en Ucrania para estudiar. Llegaron alrededor del quinto día desde el inicio de los conflictos. Estos jóvenes musulmanes fueron recibidos en una casa de retiro al lado de la casa de la comunidad.

Muchos de ellos incluso tenían solo la ropa que llevaban puesta y una mochila con documentos, dinero y lo poco que podían cargar. Acordaron ir a la casa de la comunidad a comer y estar con los misioneros.

“Cantamos, jugamos, hablamos, los escuchamos. Cuando salieron de nuestra casa, aún siendo muy tarde, parecía que ni siquiera querían dormir, a pesar de lo cansados que estaban. Cuando nos despedimos, agradecieron varias veces, con una sonrisa sincera, por el hecho de haber sido recibidos en nuestra casa”, testimonia Isnayde.

Cuenta también la joven misionera que una ucraniana de nombre Tatiana, que vivía en la capital Kiev, fue a la casa de la Comunidad, porque no quería estar sola y encontró en ese espacio un lugar para descansar. “Ella tomó el té con nosotros y hablamos durante unas horas, nos agradeció la oración por Ucrania y agradeció por el simple hecho de poder pasar ese tiempo con nosotros, y nos dijo que el miedo que tenía a la soledad, en ese momento no lo sentía más.

100 refugiados de Ucrania

Alrededor del decimocuarto día, luego del inicio de los conflictos, la casa de retiro, ubicada junto a la casa comunitaria, acogió a madres con sus hijos, esta vez ucranianos de distintas partes del territorio en conflicto, alrededor de 100 personas.

“En el primer contacto, los niños nos recibieron y nos llevaron con sus madres. En los niños se puede ver la alegría que solamente ellos saben transmitir  y las madres traen en sus rostros el alivio al mirar a sus hijos, la incertidumbre por el futuro y el dolor de sus maridos estando en medio de la guerra”, destaca la misionera.

Según Isnayde, incluso antes de la llegada de los refugiados de Ucrania, los misioneros de Varsovia experimentaron la siguiente certeza: “Cristo es nuestra paz”. Al tocar su realidad, los miembros de la Comunidad comenzaron a darse cuenta de que no tenían nada que dar sino su propia vida, presencia, oración, acogida, porque al final es Cristo que se revela a través de cada uno de ellos. – Isnayde también destaca que las madres siempre están agradecidas por su presencia y que los niños esperan con alegría a los misioneros.

“Empezamos a realizar acciones todos los días de la semana. Entre ellos, hay una clase de baile, actividades recreativas para los niños, teatro mudo, un curso de baile para las madres, clases de polaco para las madres, que ya empiezan a buscar trabajo aquí, sin saber cuándo volverán a sus casas o si lo harán. Mientras escribo esto, estamos solo al principio y esperamos poder testimoniarles la experiencia que el Señor nos ha dado: ¡Él es nuestra Paz!”.

“Cristo es nuestra Paz”

Isnayde destaca que este momento ha sido sobre todo una experiencia de encuentro con otras creencias. Sin embargo, en todo momento se destacan la caridad, el amor y la ofrenda.

“Aunque seamos algunos de otras religiones (musulmanes, hermanos de la Iglesia ortodoxa), vemos que la caridad, el amor y la ofrenda nos unen, nos hacen uno y esto es fuente de consuelo, presencia, alegría y esperanza. Y puedo decir que no solo nos necesitan a nosotros, sino que también los necesitamos a ellos, para tocar profundamente en esta experiencia. La presencia, la escucha, el llanto con ellos, fueron combustible para nosotros en aquellos días y para lo que está por venir. Es mucho dolor, muchas historias, muchos detalles que nos duelen a nosotros también, pero la oportunidad de tocar todo eso es una gracia, una experiencia que no merecemos. Es una experiencia de encuentro con Cristo mismo y de manera concreta, es vivir la certeza de que Cristo es nuestra Paz”.

Al igual que Isnayde, Małgorzata Kopana, que es polaca y vive como Joven en Misión en la ciudad de Varsovia, también ha tenido una experiencia particular con la acogida de los hermanos refugiados de Ucrania. Para ella renuevan la esperanza y expresan algo que a menudo la sorprende: una fuerza marcada sobre todo por la gratitud. Aunque no creen que puedan regresar a sus hogares y recomenzar ahí sus vidas, los refugiados están abiertos a lo nuevo y dispuestos a empezar de nuevo.

 


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