La Comunidad Católica Shalom, a través de la Asesoría de Promoción Humana, lleva cuidados básicos de salud a las personas en ‘situación de riesgo’ en el Continente africano.
Durante un mes, anualmente, algunos profesionales renuncian a sus rutinas ordinarias para servir a la población más carente de algunos países en los que la Comunidad está presente. A fines del año pasado, un grupo de treinta voluntarios vino a la ciudad de Antsiranana, en la isla de Madagascar.
En noviembre de 2019, un equipo se instaló en el poblado de Diego y montó un hospital improvisado, con atención gratuita al público. Los habitantes de la región fueron examinados por los profesionales, que acompañaron de cerca al paciente en sus diversas situaciones, buscando los recursos para ayudarles.
El incansable grupo trabajaba, prescribía y donaba medicamentos a los enfermos. Todos los días, centenas de personas llenaban fichas y eran atendidas por los profesionales, con el auxilio de la traducción de los misioneros Shalom que viven en el poblado, por lo que les acompañan de forma más constante.
Letícia Lousada, 23 años, cearense, enfermera, decidió renunciar a los planes que poseía para aquel período, en vista de dedicarse a los más necesitados. A continuación, les presentamos lo que nos cuenta la joven, que en el día mundial de la enfermería, encontró un nuevo significado a su profesión, a través del servicio; especialmente con los infantes en situación de riesgo.
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Carta abierta de una enfermera que encontró un tesoro en el consolar a un pueblo desconocido.
Fortaleza, 12 de Mayo del 2020.
Ser enfermera significa lidiar, diariamente, con el universo del ‘tener otro ser humano bajo los propios cuidados’ [bajo la propia responsabilidad laboral]. Significa estar abierto y acoger toda la fragilidad de alguien en sus mejores y peores momentos. Ser enfermera en Madagascar fue luchar con la alegría y con el dolor de otro pueblo. Gente que no pertenece a mi patria, que tiene otras costumbres, otras formas de vestir e incluso otro idioma. Mas, a fin de cada jornada de trabajo, éramos todos hermanos. Entre las muchas experiencias, descubrí que el ‘relacionarse’ va más allá de las palabras, (los gestos) no pueden decirse: ellos son sonrisas, gestos, sentimientos, junto a la empatía por el otro.
Allí entendí que cuando creemos que somos nosotros quienes estamos entregando algo, viene alguien y nos enseña que más allá de lo que ofrecemos, es tanto más lo que recibimos: si, de conocimiento; mas también de experiencia de vida. Hoy, tras el Programa de Voluntariado de Madagascar, consigo ver porque Dios me llevó a vivir esa experiencia, porque soy enfermera.
Hoy sé que si me dono a mitad, no es suficiente. La enfermería fue pensada para ser vivida por entero, sin mediocridades en estrecha colaboración con nuestros colegas de trabajo. Es por ello que Dios me llevó hasta aquel lugar. Para que, incluso con mis debilidades, y con mi aparente insignificancia, mi vida fuese – todos los días – ofrecida en Su nombre, para cuidar de quienes le pertenecen.
Estoy profundamente agradecida a la Comunidad Católica Shalom y a toda la misión de Madagascar por haber hecho posible esta experiencia. Hoy me siento aún más enfermera, sobretodo, porque re-aprendí a amar. Solamente el amor explica la misión.
Letícia Martins Lousada
Traducción: Manuel Quezada
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Expedición Misionera 2019: Un mar de esperanza desemboca en Madagascar
En Madagascar, los voluntarios tocan en la humanidad y en la eternidad del pueblo malgache