“Quisiera recorrer la tierra, predicar Tu Nombre y plantar en el suelo infiel Tu Cruz gloriosa, mas o Amado mío, una sola misión no bastaría: quisiera al mismo tiempo anunciar el Evangelio en las cinco partes del mundo, llegar hasta las islas más remotas… Quisiera ser misionaria, no sólo por algunos años solamente: quisiera serlo hasta que se consuman los siglos.”
Santa Teresa de Lisieux
La idea de desear de ‘ir a plantar la Cruz Gloriosa a otra parte del mundo para la eternidad’ me hubiese parecido no sólo bastante extravagante, sino que también inaccesible (por no decir imposible) tres años atrás. Aun así, se necesita sólo un pequeño instante para que nos cambie la vida, es por ello que debo admitir algo: desde que he encontrado Jesús, el Hijo de Dios, resucitado, y de que hablo con Él cada día, he redimensionado lo que mis expectativas me hacían entender por ‘imposible’; he dejado más espacio al ‘Heme aquí Señor’.
Entonces, contra cada previsión, desde el 1° de octubre del 2018, heme aquí como ‘joven en misión’, donde mis queridos vecinos italianos. Trecientas paginas no serían suficientes para describir la abundancia de gracias que he vivido en este periodo de misión, mas por compasión a quienes harán la traducción (de este testimonio) a otras lenguas, diré sólo con algunos ejemplos concretos, que con la gracia de Dios estoy yendo más allá de mi misma.
Les dejo algunos de mis “imposibles” que se convirtieron posibles (con más o menos suceso) en estos pocos meses en Roma:
- Evangelizar chinos.
- Realizar tres horas de Adoración (eucarística) al día, por tres meses.
- Hacer traducciones al francés de textos en italiano y portugués, sin hablar ni italiano ni portugués.
- Almorzar con obispos y cardinales.
- Manejar por Roma (para no dejar a mis ángeles guardianes tan desocupados).
- Verme involucrada en alguna selfie un día sí y el otro también.
- Leer el ‘Castillo Interior’ (de Santa Teresa d’Avila) con la impresión de entender algo.
- Improvisar un colgador de ropa (drying rack en inglés: créeme, puede ser muy útil…).
- Convivir con mujeres las 24 horas del día sin convertirme en misántropa o volverme loca.
- Preparar desayunos comestibles para quince personas en una hora.
- Comer pasta todos los días, amarla, convertirme en dependiente de ella, llegando al punto de tener decoraciones de pasta en casa.
- Rezar el rosario
- Poner Coca-Cola en el vino y beberlo (mi abuelo me ha casi renegado cuando le confesé de haber hecho tal herejía).
- Cantar ‘Feliz Cumpleaños’ en húngaro.
- Aprender a jugar fútbol.
- Iniciar cada día lavando el baño (y agradecer a Dios por ello)
- Etcétera…
La lista es aún más larga, pero concluiré con una de las misiones más bellas y delicadas: velar y rezar por personas que no conocía seis meses atrás, aprender cada día a amarlas, a conocerles y a comprenderles.
Confió en vuestras oraciones todos los desafíos imposibles que Dios ha preparado para cada uno de nosotros, así cada nuestro ‘imposible’ se convertirá en posible.
Shalom!
Maylis Vigoureux – Francia
Traducción: Manuel Quezada