Quisiera comenzar por mi vida antes de conocer a Dios y Su misericordia infinita. Crecí con heridas afectivas… experiencias de mi infancia que dejaron huellas y a medida que iba creciendo empezaba a sentirme dependiente de estar en una relación, cuando me di cuenta en qué estaba y que tenía que salir de esta dependencia, quise, por mi propia voluntad, recibir el Sacramento de la Confirmación; sentía que Dios me estaba esperando con ansias. El día del retiro de la Catequesis de Confirmación, por primera vez experimenté la GRAN MISERICORDIA de Dios, no sé cómo explicar con palabras lo que sentía.Tal vez felicidad, plenitud, también arrepentimiento y el hacer conciencia que le había hecho daño a quien siempre me amó.
Desde ese día decidí decirle SÍ a Dios, es decir, permitir que Él me conduzca. Me convertí en catequista, mi corazón anhelaba ser testimonio para quienes tenían sed de Dios. Con mucha alegría y amor empecé a realizar el servicio que Dios me pedía. Pero con el pasar del tiempo, empecé a sentir un vacío en mí, no entendía por qué me sentía así teniendo a Dios en mi vida; sentía una gran tristeza espiritual, como que había un sentimiento de desánimo, probablemente porque a pesar de haber tenido un encuentro con Dios: no vivía coherentemente; sentía a Dios muy lejano de mí.
Fue durante esta etapa de vacío espiritual que mi padrino me invitó al Camps, (campamento para jóvenes) que organizaba Shalom. Recién conocía a la Comunidad Shalom, asistí al Camps y éste dejó una semilla en mi corazón, semilla que tardó un año en germinar; sí, un año, porque cuando terminó el Camps yo continúe siendo catequista; había decidido dejar mi Grupo de Oración (aquél que se formó inmediatamente después del Camps) y concentrarme solo en mi servicio como catequista. El día de Año Nuevo me animé a ir a la “Fiesta de la Paz” (fiesta de Año Nuevo organizada por Shalom), ahí mi pastora (Rocío) me animó a volver a mi Grupo de Oración (debo admitir que estaba avergonzada), pero decidí volver, pasó un mes y decidí dejar mi servicio como catequista; me gustaba el servicio pero durante ese mes entendí que necesitaba llenarme plenamente de Jesús para poder ser testimonio para los demás. A través de la comunidad, Dios me conquistaba día a día.
Quiero comenzar por la vida de oración, cuando no conocía Shalom sentía a Dios distante, inalcanzable por mis pecados y errores; que era imposible recostarme en su pecho y adorarlo. La vida de oración hizo, realmente, un giro de 180° en mi vida. Dios me conquistaba con su palabra, en las oraciones comunitarias… también, empecé a contemplar sus obras en mi historia, entender el porqué de mis heridas, comprender Su amor perfecto hacía mí, me decía cosas concretas y cada día me sentía más llena de Su amor.
Otra cosa que experimenté en Shalom y me ayudó mucho, fueron los acompañamientos; confirmo la frase: “solos no podemos llegar a ser santos”. Los acompañamientos me ayudaron a no desistir fácilmente, porque de verdad el camino de Dios no es nada fácil y Dios nos manda personas (que son como ángeles para mí) que nos ayudan a cargar nuestra cruz; los acompañamientos me ayudaron a pisar tierra, a reconocer mis errores y a ser disciplinada en la vida espiritual. Sin embargo, pese a crecer en mi relación con Dios, aún tenía recuerdos de mi pasado que no me dejaban tranquila, yo buscaba refugiarme en Él y cada día Dios me ayudaba a conocerme más. Yo visualizaba mi corazón, era como un terreno con raíces que estaban “podridas” y que era preciso arrancarlas para que las gracias que Dios quería darme no se contaminen con mi pasado. Fue, justo en esos momentos, que participé en un curso que la Comunidad ofrecía: “Tejiendo el Hilo de Oro”, glorifico a Dios por tantas gracias que recibí en ese curso; a mí me costaba mucho mirar a la Jennifer de 5, 7, 10, 15 años y poder abrazarla, sentir cómo Jesús arrancaba esas raíces podridas, poder sentir concretamente el perdón hacia mí y hacia las personas que permití que me dañaran; si me preguntasen si fue fácil, mi respuesta sería un rotundo NO; de hecho, no es fácil mirar las cosas que te dañaron, que dejaron marcas en tu vida, pero NO ES IMPOSIBLE; una de las gracias más increíbles y que cada vez que recuerdo me dan ganas de llorar… Fue llegar a amar por primera vez a mi padre, pedir perdón por tantas equivocaciones y aceptarlo, lo que significaba ya no más vivir en resentimientos ni en odios… Aún sigo encontrando más heridas, entendí que las heridas se pueden transformar en amor para hacernos felices, para poder perdonar y para poder amar, gracias que Dios sigue obrando en mí y soy muy feliz por esto.
Ahora quiero comentar sobre el llamado al pastoreo. Como ya comenté, yo tenía (y tengo) un gran amor por el servicio, pero cuando mi pastora me dijo que ella, en oración, había discernido que Dios me llamaba al ministerio de pastoreo sentí mucho miedo, porque me sentía indigna y que no estaba lista; sin embargo, me di cuenta que debía confiar en Él, así que decidí entrar a la escuela de pastoreo y por misericordia de Dios fui convocada para ser “núcleo” (pastor asistente) del Grupo de Oración Shekinah. Sobre este asunto, quiero mencionar unos puntos que considero importantes, para que vean que Dios escoge a los vasos de arcilla, a los pequeños y frágiles, como “David” para que su obra pueda resaltar mucho más. Cuando me dieron esta noticia me sentí feliz pero, a la vez, con mucho miedo, ya que casi todas las “ovejas” (participantes) del grupo son mayores que yo, algunos de ellos ya están viviendo su año vocacional (yo no soy vocacionada) y sentía que yo debería ser una ovejita más, insignificante, ¿cómo podría yo verlos como mis hijos espirituales? Ellos tienen más experiencia, también son más maduros y probablemente tengan una mejor relación con Dios que yo. Pero Dios lo quiso así, y me siento feliz que Dios haya mirado a una flor pequeña y le haya encargado almas, sé que tengo mucho por aprender… Que, seguramente, me equivocaré, pero yo solo quiero ser un instrumento de Dios para los demás.
Quiero cerrar con dos reflexiones de los últimos meses. Analizando todo el camino que tuve que pasar para llegar hasta aquí y pertenecer a la “obra” en esta preciosa comunidad, llegué a una conclusión: “SIN SHALOM NO PODRÍA ALCANZAR LA SANTIDAD Y EN SHALOM PUDE ENCONTRAR LA RADICALIDAD QUE MI ALMA BUSCABA”. En realidad, no sé qué planes tiene Dios para mí, de aquí en adelante, pero sí puedo asegurar con toda firmeza que: “LA COMUNIDAD ES UN MEDIO DE SALVACIÓN EN MI VIDA”.
Gracias por tomarse el tiempo de leer y espero sólo haber incluido las palabras que Dios ha puesto en mi corazón. Muchas bendiciones en sus vidas y no olviden lo que decía San Juan Pablo ll: “La aventura de la santidad comienza con un SÍ a Dios”.
Jennifer Leon, es peruana y pertenece a la Obra de la Misión Lima. Reside en Lima – Perú.