La Comunidad Católica Shalom está fundamentada en esta experiencia del Resucitado que pasó por la Cruz, que, para mayor gloria del Padre, derrama sobre nosotros Su Espíritu, y nos envía como discípulos y ministros de Su Paz.
Esta experiencia con el Resucitado que pasó por la Cruz, es el fundamento de toda nuestra vocación. Cuando Jesús Resucitado se les apareció a los discípulos en el Cenáculo, su primera palabra fue “Shalom”. Él, el Victorioso sobre el pecado y la muerte, había destruido de forma definitiva, el abismo entre el hombre pecador y el Padre de las Misericordias, sellando la Paz
Al comunicar la plenitud de los bienes mesiánicos, la Paz, Jesús presenta y da acceso a la fuente de la Paz: sus llagas gloriosas, especialmente su Corazón traspasado. Es interesante notar como el Resucitado insistió en mantener las marcas de su cruz en su cuerpo y glorificarlas. Parece decirnos: “Este es el camino. Esta es la fuente.” La Cruz y la Resurrección se vuelven así un misterio único. En Cristo no hay Resurrección sin Cruz. En Cristo no hay Cruz que no lleve a la Resurrección.
En aquel día, que es el comienzo de todos los nuevos días, Jesús invitó a sus discípulos a contemplar y recibir la Paz y la Alegría de Su corazón traspasado y resucitado. No puede haber nuevo día en la vida del hombre que no brote de aquel día. No pueden existir verdadera paz y alegría que no broten de aquel corazón que por amor se dejó traspasar en la cruz, abriendo el espacio, una vez resucitado, para acoger la mano de todo aquel que por la fe, acepta recibir el divino choque de Su Resurrección: Su Espíritu. Espíritu de la paz y de la alegría. Espíritu que cambia nuestra vida. En aquel día, que es el día que el Señor nos hizo, Jesús dio a sus discípulos acceso al camino de la Paz.
Escritos de la Comunidad Católica Shalom, Carta a la Comunidad 47-50