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La inolvidable experiencia del anuncio del Evangelio en Cabo Delgado, Mozambique

Los misioneros de la Comunidad Católica Shalom estuvieron cerca de un mes en seis campos de refugiados y trabajaron en la distribución de 22 toneladas de alimentos no perecederos donados por la Ayuda de la Iglesia que Sufre (AIS), ayudando cerca de mil familias.

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Presente en tierras mozambiqueñas desde hace unos cuatro años en la ciudad de Maputo, los misioneros de la Comunidad Shalom dejaron la capital hacia el norte del país para socorrer el grave problema humanitario que se vive desde hace unos meses.

El aumento de violencia en el norte de Mozambique, donde al menos 30 mil personas han tenido que abandonar la ciudad costera de Palma desde que fuera atacada por grupos armados el 24 de marzo de 2021, provocó el desplazamiento forzado de la población que partió hacia otras regiones en búsqueda de seguridad. Uno de los puntos de recepción, fue el distrito de Montepuez, uno de los diecisiete distritos de la Provincia de Cabo Delgado. Las familias acudían allí, la mayoría de ellos niños y mujeres.

Según ACNUR, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados, desde 2017 el conflicto en el norte de Mozambique, dejó decenas de miles de muertos y heridos que obligó a más de 700mil personas a desplazarse en las provincias de Cabo Delgado, Nampula, Niassa, Sofala y Zambezia.

Los misioneros de la Comunidad Católica Shalom estuvieron cerca de un mes en seis campos de refugiados y trabajaron en la distribución de 22 toneladas de alimentos no perecibles subvencionados para la Ayuda de la Iglesia que Sufre (AIS) que alcanzó cerca de mil familias.

Además del socorro material, los misioneros condujeron varios momentos de oración, ya sea en los campos de refugiados o en las casas que acogen a los refugiados, realizaron un Seminario de Vida en el Espíritu Santo, repartieron rosarios y biblias. Larissa Brito, de 27 años, consagrada por la Comunidad Católica Shalom como Comunidad de Vida, en misión en Mozambique desde hace 3 años y 4 meses, describe como única la experiencia de los días pasados ​​con los refugiados, animados, según ella, por un profundo deseo de traer esperanza.

“Los escuchamos, rezamos por ellos, y qué emotivo fue ver a Jesús Eucaristía expuesto en ese campo, y la gente saliendo de sus casas para adorarlo. Y cuando llegamos con nuestra Señora para hacer la procesión, todos se asombraban, se detenían para verla pasar y le hacían reverencia. Las Misas celebradas con ellos… Todo esto me impresionó mucho. Después de todo eso, escuchar y ver los testimonios de agradecimiento de quienes sintieron que no fueron abandonados, que Dios los ama y los cuida, no tiene precio”.

Los niños, que comprenden nada menos que la mitad de los refugiados, tuvieron momentos de recreación y distribución de juguetes.

En el primer campo al que fui, luego que llegué me encontré con una niña de 9 meses, de nombre Fátima, recostada sola en una estera. Me acerqué a jugar con ella, cuando las mujeres que estaban a su lado me dijeron que la madre había muerto y que la abuela materna estaba cuidando de ella. Fue conmovedor ver en la pequeña Fátima, la historia de tantos niños mozambiqueños que quedaron huérfanos a causa de este conflicto, donde sus padres murieron mientras huían para intentar salvar su vida y la de sus hijos.

Acompañamos a muchos enfermos, sobre todo niños porque son más frágiles, con malaria u otros problemas normalmente ligados a problemas gastrointestinales.

Fue doloroso ver a tanta gente en esta situación. Lo que me impresiona es la capacidad de resiliencia del pueblo mozambiqueño. Hablar con ellos y escucharlos compartir cómo lo perdieron todo, cómo tuvieron que huir para preservar la vida de sus familias, el hambre que pasaron mientras escapaban por el bosque… Fue una verdadera experiencia de sufrimiento con los que sufren y comprender que el lenguaje del amor tiene una potencia mayor.

João Patriolino, responsable de la misión Shalom en Mozambique, declara: “Nuestro agradecimiento a Dios por permitirnos vivir esta experiencia de amor con el pueblo mozambiqueño es eterno. Nuestro agradecimiento también a todos los que hicieron posible esta misión y nos acompañaron con sus Oraciones. ¡Gracias! ¡Asante Sana!”


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