“Ser misionera Shalom en tierras extranjeras es una gran gracia De Dios. Es tocar la vida de un pueblo que antes me era desconocido, y del que hoy soy parte“. Son las palabras de Vanda Santos, responsable local – ya desde 7 años – de la misión de la Comunidad Shalom en la ciudad de Antsiranana – Madagascar.
Según Vanda, por ser este un país muy pobre, la realidad misionera de Madagascar es muy diferente de las otras; no sólo por la pobreza material, sino también por aquella espiritual. “Me siento completamente impotente ante tantas realidades, pero también sorprendida por la acción de la gracia de Dios cuando percibo que la acción poderosa de Dios actúa en todos los extremos“.
Evangelización y misión
La misión de Madagascar cuenta con 6 misioneros y varios apostolados. Ellos trabajan en el Proyecto José de Egipto con aproximadamente 40 niños, evangelizan puerta a puerta y realizan grupos de oración. Uno de estos últimos se realiza en la cárcel de la ciudad y su programa incluye curso de guitarra para los detenidos. “El pueblo que no tenía grandes esperanzas y contaba con poquísima dignidad, mas después de que la Comunidad llegó – hace 11 años – se puede contemplar en el rostro de los malgache: alegría, esperanza y un deseo por conocer y la imagen de Dios y tener una experiencia con su amor“.
Para la consagrada, el papel del Centro de Evangelización (Shalom) es trabajar como hormiguita, día tras día, sin esperar algún retorno. “Además de los niños y de los jóvenes, tocamos muy fuerte la realidad de la Iglesia local. Es una iglesia pobre, pero que desea llevar la esperanza“.
Desafíos
Uno de los mayores desafíos de la misión, que divide el propio sustento alimenticio con cinco familias, es el financiero. En el país, el 90% de la población es pobre; las condiciones alimenticias de los niños en su mayoría es la desnutrición; un padre de familia gana alrededor de un real por día y no disponen de un salario base que se pueda destinar a la compra ropa y alimentos. Vanda nos dice que “antes, en Brasil, era muy fácil decirle a una persona: ‘Jesús te ama’, mientras hacíamos evangelización. En Madagascar, en aquel contexto de las tierras africanas, no se evangeliza a nadie diciéndoles eso. Para llegar a una persona se hace necesario llegar a su casa con comida para que entienda concretamente que Jesús lo ama; todo pasa por medio de la acción de compartir“.
Testimonio
Son muchas experiencias que Vanda ya vivió en distintas misiones, sin embargo, lo que siempre la marca es el hecho de percibir que, como misionera, cuenta con una gracia soberana de Dios: dispone de una capacidad para rescatar y mostrar la dignidad humana. Así lo hace en el curso de cocina promovido por ella y su equipo: “En el curso, la persona entra sin tener qué comer y sin saber cómo alimentar a sus hijos. El objetivo del curso es que ellas aprendan a hacer un pastel simple, para que al final del mismo reciban una cantidad en dinero suficiente para comprar los ingredientes. La idea de fondo es que “hagan el pastel en casa y salgan a venderlo, así empiezan poco a poco a conseguir los recursos para alimentar a sus hijos“.
En Madagascar, Vanda conoció realmente la pobreza humana, espiritual y moral. “Soy Shalom, hija de Dios, bautizada, consagrada, celibataria y misionera … y en Madagascar, a pesar de lo poco material, hay mucha felicidad“.
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Traducción: Javier Kovacs
Revisión: Manuel Quezada