A las 9 de la mañana, en la Capilla Redemptoris Mater del Palacio apostólico vaticano, el Papa Francisco asistió a la segunda Predicación deAdviento, junto a los demás miembros de la Curia Romana. El Padre Raniero Cantalamessa, Predicador de la Casa Pontificia, tituló su meditación: “Bienaventurados los que trabajan por la paz porque serán llamados hijos de Dios”.
Tras recordar que anteriormente se meditó sobre la paz como don de Dios, en esta ocasión el Predicador propuso meditar sobre la paz como tarea y compromiso por el que trabajar, puesto que estamos llamados a imitar el ejemplo de Cristo, convirtiéndonos en canales a través de los cuales la paz de Dios puede alcanzar a los hermanos.
El Padre Cantalamessa recordó el pasaje de la Carta de Santiago en que leemos:
“El fruto de la justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz”. Y añadió textualmente: “La bienaventuranza continúa, serán llamados ‘hijos de Dios’; es decir, seguidores de Dios, porque Dios es el ‘Dios de la paz’.
“Jesús no nos ha exhortado sólo a ser trabajadores de paz, sino que nos ha enseñado también, con el ejemplo y la palabra, cómo se llega a ser trabajadores de paz. Dice a sus discípulos: “Les dejo la paz, les doy mi paz”. En ese mismo tiempo, otro gran hombre proclamaba al mundo la paz. En Asia Menor se ha encontrado una copia del famoso “Índice de las propias empresas” de César Augusto. En él, el emperador romano, entre las grandes empresas realizadas por él, pone también la de haber establecido en el mundo la paz de Roma, una paz, se dice, “lograda a través de victorias” (parta victoriis pax)”.
También destacó que el camino a la paz propuesto por el Evangelio del día no tiene sentido sólo en el ámbito de la fe; sino que vale también en el ámbito político, porque hoy vemos claramente que el único camino a la paz es destruir la enemistad, no el enemigo. Los enemigos se destruyen con las armas, la enemistad con el diálogo.
“Jesús revela que existe otro modo de trabajar por la paz. También la suya es una “paz fruto de victorias”, pero victorias sobre sí mismo, no sobre los otros, victorias espirituales, no militares. Sobre la cruz, escribe san Pablo, Jesús “ha destruido en sí mismo la enemistad” (cf. Ef 2,16): ha destruido la enemistad, no el enemigo; la ha destruido en sí mismo, no en los otros”.
El Predicador se refirió además a la “Paz entre las religiones” y aludió a un lema que está de moda hoy y que dice: “Piensa globalmente, actúa localmente”. Y concluyó invitando a rezar la oración por la paz y la unidad de la Iglesia que la liturgia propone en cada Misa:
“Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: ‘La paz os dejo, mi paz os doy’, no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amen”.