Para nosotros, María, además de Esposa del Espíritu, es la Reina de la Paz. Este título de María evoca las apariciones de Medjugorje. Tales apariciones han sido de gran importancia al inicio de nuestra caminata, como afirma nuestro fundador:
“Junto a ellos está la Reina de la Paz, como María se intitula en las apariciones de Medjugorje, en Yugoslavia. Antes de conocer el contenido de su mensaje en estas apariciones, Dios ya colocaba en mi corazón que la Reina de la Paz tenía mucho que hablar. Fue agradecida la sorpresa de ver enunciado en su mensaje lo mucho que Dios ya había puesto en nuestra vocación. A la luz de lo que es la Esposa del Espíritu Santo e imploramos su intercesión para que Él genere en nuestros corazones el Amor Esponsal a su Hijo Jesús.“(Escrito Obra Nueva, 9)
Por otro lado, el título de Reina de la Paz en la tradición de la Iglesia sobrepasa en mucho las apariciones de Yugoslavia. Para nosotros, se ha convertido en el símbolo de la Madre que exhorta a la oración: “¡No habrá nuevo, si no hay una profunda vida de oración en cada uno de nosotros! ¡Cada día esto se vuelve más real para mi. La Reina de la Paz (Medjugorje) que habla por nosotros!” (Escrito Obra Nueva, 5).
Además del inequívoco llamamiento a la vida de intensa oración, la Reina de la Paz fue, a inicios de nuestra caminata, indicación de que podríamos servir a Dios en cualquier estado de vida y que nuestro llamado al Amor Esponsal independientes de este estado, como el fundador expresa en el Escrito Estados de Vida: “Abiertos a otros caminos, a la vocación (= estado de vida) que el Señor tiene para nosotros, queriendo buscar la verdad para la cual Él nos creó y no lo que ya colocamos en nuestra cabeza y no tenemos el coraje de entregar en sus manos, estaremos en el rumbo correcto de la felicidad. Me consuela escuchar respecto a esto, las declaraciones de la Reina de la Paz, en Medjugorje.”
Como sabemos, al ser interpelada por los videntes acerca de sus estados de vida, la Reina de la Paz les aconsejó que hicieran ellos mismos el discernimiento, no exigiendo que ellos abrazaran esta o aquella forma de vida. Los títulos de Reina de la Paz y Esposa del Espíritu se unen cuando la Madre es presentada por el fundador como aquella que, es guiada por el Espíritu, es para nosotros ejemplo de que la Paz es un fruto de la vida en el Espíritu, de la experiencia con Jesús Resucitado y no fruto de nuestros esfuerzos meramente humanos:
“La paz es fruto del Espíritu Santo y sólo por una unión profunda en el Espíritu de Dios podemos ser empapados de ella. No hay paz sino como fruto del Espíritu Santo, y nunca podremos gozar de este fruto si no lo cultivamos a través de la oración y la renuncia de sí mismo (mortificación de la que la Reina de la Paz nos habló). Es este camino seguro que el Evangelio nos da. Es por él que queremos seguir. A él deseamos abrazar, vivenciar y proclamar ” (Escrito Shalom, 9).
“Para proclamar la paz, tenemos, por encima de todo, que vivirla, tenerla en nuestro corazón. Tenemos que ser portadores de esta paz, pues no podemos dar lo que no poseemos, y la única manera de poseer esta paz es dejarse poseer por Jesucristo, Señor nuestro. Como la Reina de la Paz dijo, es en el camino de la oración, de sumergirse en el corazón de Dios, en dejarse empapar de su Santo Espíritu para que nosotros podamos vivir la Paz” (Escrito Shalom, 8).
La Reina de la Paz nos recuerda, el fin, que la Paz es fruto de la conversión, de la oración y de la mortificación, exactamente el camino que nuestro fundador nos presenta en Obra Nueva y Amor Esponsal, escritos basilares de nuestra vocación: Cuando Nuestr Señora. en Medjugorje, donde se titula Reina de la Paz, habla de paz, “no se refiere sólo a la paz en el sentido político, en la ausencia de conflictos entre las naciones, sino a la paz que es don del Espíritu Santo” (Escrito Shalom, 5)
Traducción: Marjori Small