Prácticamente, la mayor parte de nuestra vida como comunidad fue vivida bajo el pontificado de Juan Pablo II. Entre los muchos aspectos, quisiera enfatizar uno en particular: la parresía. La marca de Santo Juan Pablo II es un trato evangelizador, el Papa que más viajó en la historia de la Iglesia, que comenzó su pontificado, diciendo: “¡Abran las puertas al Redentor!” Que tenía en sí una inmensa necesidad de salir de sí, encontrarse con las personas, como nuestro querido Papa Francisco nos invita a hacer. El papa San Juan Pablo II es un papa que tenía un inmenso amor por los jóvenes, un inmenso amor por la humanidad.
Me impresionó la celebración del 50 aniversario de su sacerdocio, en el que tuve la oportunidad de participar en la Basílica de San Pedro. Recuerdo que él ya estaba muy enfermo, visiblemente con dolor, con dificultad para moverse y caminar: Recuerdo que, viendo aquella enorme basílica, ver al Papa caminar en la procesión desde el fondo de la Basílica, pensé: él podría tener una silla de ruedas para facilitar, pero no.
Él eligió llegar hasta el final de la basílica, moviéndose lentamente, pero firmemente, y usted podía ver que cada paso que daba era un esfuerzo, su mirada revelaba dolor, pero al mismo tiempo serenidad y aceptación.
Comprendí, mejor aún, lo que él debía sentir en su corazón, nada podría sostenerlo, ni un atentado de bala, ni el progreso de la enfermedad o de la edad: él tenía una urgencia en el corazón, la urgencia de testimoniar el amor de Jesucristo en el corazón de la humanidad.
Otro nombre que podríamos dar a todo esto es la parresía, con la que, ciertamente, mucho contribuyó e influenció a nuestra Comunidad Shalom.