Al aceptar y asumir su amor gratuito, somos enviados a todos los que necesitan conocerlo, practicando obras de misericordia.
El ser humano fue creado para ser feliz, para vivir plenamente. Esto sugiere no en “pedazos” sino totalmente: el hombre, por entero, es llamado a la felicidad. ¿Cuál es la garantía de todo esto? La redención dada por Jesucristo, por medio de su muerte y resurrección.
Es redimido quién estaba preso. Todos nosotros estábamos encadenados, presos por nuestros propios pecados, como la falta de amor, de perdón, el rencor. “La verdad es que él tomó sobre sí nuestras enfermedades, y sufrió él mismo, nuestros dolores; y pensamos que fue un herido, golpeado y humillado por Dios “(Isaías 52). El pasaje de la Escritura se refiere a Jesús y su sacrificio por amor. Su misericordia nos redime del pecado y sanar nuestro dolor.
El 25 de marzo celebramos la Anunciación, el misterio de la encarnación de Jesús en el vientre de María. Providencialmente, este año, el viernes de Pasión se celebra el mismo día como una señal del Padre que nos da a su hijo.
Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, quiere mostrarnos su rostro muy concretamente en este Año de la Misericordia.
Al asumir su amor gratuito, somos enviados a todos los que necesitan conocerlo, practicando las obras de misericordia. Viviendo por Él, con Él y en Él, alcanzamos vida en abundancia y proclamamos la Paz perfecta, el Shalom del Padre, a los corazones.
Obras de misericordia corporales: visitar y cuidar a los enfermos, alimentar al hambriento, dar de beber al sediento, dar cobijo a los peregrinos, vestido al desnudo, visitar a los presos, enterrar a los muertos.
Obras de misericordia espirituales: enseñar a los que no saben, dar buenos consejos, corregir los errores, perdonar las ofensas, consolar a los tristes, sufrir con paciencia los defectos de los demás, rezar por los vivos y muertos.
Emanuele Ventas
Traducido del portugués por María José Aguilar