Las cosas de Dios no se pueden entender solo con la cabeza, es necesario abrir el corazón al Espíritu Santo. Es lo que ha afirmado Papa Francisco en la Misa de esta mañana en la Casa Santa Marta. El Pontífice ha destacado que la fe es un don de dios, pero que no se puede recibir si se vive “separado” de su pueblo, de la Iglesia.
Las Lecturas del día, observó Papa Francisco, nos muestran “dos grupos de personas”. En la Primera Lectura “están los dispersados a causa de la persecución” que comienza después del asesinato de Esteban. “Se ven dispersados con la semilla del Evangelio, dijo el Papa, y la llevan a todas partes”. Al principio hablan solo a los judíos. Después, “de forma natural, algunos de ellos”, llegados a Antioquía “comenzaron a hablar también a los griegos”. Y así, lentamente, reflexionó el Papa, “han abierto las puertas a los griegos, a los paganos”. Llegada la noticia a Jerusalén, recordó, Bernabé fue mandado a Antioquía, “para hacer una visita de inspección”. Y todos, constató, “estaban contentos” porque “una multitud considerable se había añadido al Señor”.
Esta gente, destacó Francisco, “no ha dicho vayamos primero a los judíos, después a los griegos, a los paganos, a todos. ¡No! Se ha dejado llevar por el Espíritu Santo. Fue dócil al Espíritu Santo”. Y después, prosiguió, “una cosa viene detrás de otra” y “terminan abriendo las puertas a todos: a los paganos, que según su mentalidad eran impuros”, “abrían las puertas a todos”.
Este, afirmó, “es el primer grupo de personas, las que son dóciles al Espíritu Santo”. “Algunas veces, añadió, el Espíritu Santo nos empuja a hacer cosas fuertes: como empujar a Felipe a ir a bautizar” al ministro etíope, “como empujó a Pedro a bautizar a Cornelio”.
“Otras veces, el Espíritu Santo suavemente nos lleva y la virtud es dejarse llevar por Él, no poner resistencia al Espíritu Santo, ser dóciles al Espíritu Santo. Y el Espíritu Santo actúa en la Iglesia, actúa hoy en nuestra vida. Alguno podrá decirme: ‘¡Nunca lo he visto!’. ‘Pero mira, presta atención a lo que sucede, a lo que te viene a la mente, al corazón. ¿Cosas buenas? Es el Espíritu que te invita a ir por ese camino. ¡Se necesita docilidad! Docilidad al Espíritu Santo”.
El segundo grupo que nos presentan las Lecturas es el de los “intelectuales, que se acercan a Jesús en el templo: son los doctores de la ley”. Jesús, destacó el Papa, siempre tuvo problemas con estos “porque no terminaban de entender: daban vueltas sobre las mismas cosas, porque creían que la religión era solo una cosa de cabeza, de leyes”. Para ellos era necesario “cumplir los mandamientos y nada más. No se imaginaban que existiese el Espíritu Santo”. Interrogaban a Jesús, “querían discutir. Todo estaba en la cabeza, todos era intelecto”. “En esta gente, añadió, no existía el corazón, ni la belleza y el amor, ni la armonía”, es gente “que solo quiere explicaciones”.
“Y tú les das explicaciones y ellos, no convencidos, volvían con otra pregunta. Y así, daban vueltas y vueltas… Como dieron vueltas a Jesús toda la vida, hasta que consiguen prenderlo y asesinarlo. ¡Estos no abren el corazón al Espíritu Santo”. Creen que las cosas de Dios se pueden entender solo con la cabeza, con las ideas, con las propias ideas. Son orgullosos. Creen saberlo todo. Y lo que no entra en sus inteligencias no es verdad. Tú puedes resucitar a un muerto ante ellos, ¡y no se lo creen!”.
Jesús, evidenció, va “más allá” y dice “una cosa fortísima”: “Vosotros no creéis porque no formáis parte de mis ovejas. Vosotros no creéis porque no sois del pueblo de Israel. Os habéis salido del pueblo. Estáis en la aristocracia del intelecto”. Esta actitud, advirtió, “cierra el corazón. Ellos han renegado de su pueblo”.
“Dos grupos de personas”, retomó el Papa, aquellos “de la dulzura, de la gente dulce, humilde, abierta al Espíritu Santo” y la otra, “orgullosa, suficiente, soberbia, separada del Pueblo, aristocracia del intelecto que ha cerrado las puertas y resiste al Espíritu Santo”. Y no hay testarudez más fuerte, dijo que tener el corazón duro. ¡Esto es muy peligroso!”. Mirando a estos dos grupos de personas, invocó, “pidamos al Señor la gracia de la docilidad al Espíritu Santo para ir hacia delante en la vida, ser creativos, estar contentos, porque el resto de la gente no es feliz”. Y cuando hay “tanta seriedad, afirmó, no está el Espíritu de Dios”. Pidamos, por tanto, “la gracia de la docilidad y que el Espíritu Santo nos ayude a defendernos de este otro espíritu malo de la suficiencia, del orgullo, de la soberbia, de la cerrazón del corazón al Espíritu Santo”.