El pasado 23 de febrero el Papa celebró en la Basílica Vaticana la Santa Misa con los nuevos Cardenales a quienes invitó a ser dóciles a la acción del Espíritu Santo
“El cardenal, especialmente a ustedes se los digo, entra en la Iglesia de Roma, no en una corte. Evitemos todos y ayudémonos unos a otros a evitar hábitos y comportamientos cortesanos: intrigas, habladurías, camarillas, favoritismos, preferencias. Es la exhortación que el Papa dirigió a los nuevos Cardenales, creados en el Consistorio que tuvo lugar en la fiesta de la Cátedra de San Pedro Apóstol. Palabras sencillas que trazan un itinerario bien definido. En efecto, a quien quiere seguirlo, “Jesús le pide amar a los que no lo merecen, sin esperar recompensa, para colmar los vacíos de amor que hay en los corazones, en las relaciones humanas, en las familias, en las comunidades, en el mundo”.
A los nuevos Purpurados presentes – 18, dada la ausencia del Cardeal Loris Capovilla – y a todos los cristianos, el Pontífice recordó con fuerza que “un corazón vacío de amor es como una iglesia desconsagrada”. Ante las dificultades de la vida, por tanto, el camino de la santidad puede recorrerse sólo siguiendo la obra del Espíritu Santo, que “sostiene siempre la esperanza del Pueblo de Dios en camino en la historia”. “Jesús no ha venido para enseñarnos los buenos modales, las formas de cortesía”. En efecto, prosiguió, para esto no era necesario que Jesús bajara del cielo y muriera en la cruz. “Cristo vino para salvarnos, para mostrarnos el camino, el único camino para salir de las arenas movedizas del pecado, y este camino es la misericordia. Ser santos no es un lujo, es necesario para la salvación del mundo”.
A la hora del Ángelus dominical del pasado 23 de febrero el Pontífice subrayó la importancia de la unidad de la Iglesia e invitó a todos, especialmente a los nuevos Cardenales, a mostrar “la ternura y el amor del Señor”.
“Todos juntos, Obispos, presbíteros, personas consagradas y fieles laicos debemos ofrecer el testimonio de una Iglesia fiel a Cristo, animada por el deseo de servir a los hermanos y dispuesta a salir al encuentro con coraje profético de las expectativas y exigencias espirituales de los hombres y de las mujeres de nuestro tiempo”. Lo dijo el Papa a la hora del Ángelus dominical del 23 de febrero. Tras haber celebrado la Misa en la Basílica Vaticana, Francisco volvió a hablar del clima de fiesta por la creación de diecinueve nuevos Cardenales, “una ocasión preciosa para experimentar la catolicidad de la Iglesia, bien representada por la variegada procedencia de los miembros del Colegio Cardenalicio, reunidos en estrecha comunión en torno al Sucesor de Pedro”. Invitando a todos a dar testimonio, todos los días, de la ternura y del amor del Señor, el Pontífice destacó la importancia de la unidad de la Esposa de Cristo. En efecto, por el Bautismo “tenemos la misma dignidad: todos, en Jesucristo, somos hijos de Dios”. De este modo, “quienes han recibido un ministerio de guía, de predicación, de administrar los Sacramentos – concluyó – no deben considerarse propietarios de poderes especiales, sino ponerse al servicio de la comunidad, ayudándola a recorrer con alegría el camino de la santidad”.
En la audiencia general del último miércoles 26 de febrero el Pontífice prosiguió el ciclo di catequesis dedicado a los sacramentos, profundizando en la unción de los enfermos, que “nos permite – dijo –tocar con las manos la compasión de Dios por el hombre”. El Papa Francisco también hizo un llamamiento a la paz por Venezuela.
Una plaza de san Pedro insólita y colorida. A pesar de las previsiones meteorológicas inciertas, miles de personas se dieron cita el último miércoles de febrero en que Francisco hizo un amplio giro en papamóvil, para saludar a tantos niños disfrazados por el carnaval. Una vez más su catequesis de esta audiencia general estuvo dedicada a los sacramentos, en esta ocasión a la unción de los enfermos, que nos permite extender la mirada a la experiencia “de la enfermedad y del sufrimiento, en el horizonte de la misericordia de Dios”. El Pontífice recordó que en este sacramento, en efecto, está viva la presencia de Jesús mismo, que sostiene, da fuerza y esperanza. Una práctica “que estaba ya en acto en tiempos de los Apóstoles”, y que por lo tanto no debe evitarse por motivos de conjuro. “No piensen que esto es un tabú – insistió el Papa – porque es siempre bello saber que en el momento del dolor y de la enfermedad no estamos solos: el sacerdote y quienes están presentes durante la Unción de los enfermos representan a toda la comunidad cristiana que, come un único cuerpo, con Jesús, se estrecha en torno a quien sufre y a sus familiares, alimentando en ellos la fe y la esperanza”.
Al final de al audiencia general, el Pontífice hizo un llamamiento por Venezuela, desde hace días sacudido por sangrientas protestas.
“Sigo con particular preocupación lo que está sucediendo en estos días en Venezuela. Anhelo vivamente que cesen cuanto antes las violencias y hostilidades y que todo el pueblo venezolano, comenzando por los responsables políticos e institucionales, no escatimen esfuerzos para favorecer la reconciliación nacional, a través del perdón mutuo y del diálogo sincero, en el respeto de la verdad y de la justicia, capaz de afrontar temas concretos por el bien común. Mientras aseguro mi constante y ferviente oración, especialmente por los que perdieron la vida en los enfrentamientos y por sus familiares, invito a todos los creyentes a elevar súplicas a Dios, por intercesión materna de Nuestra Señora de Coromoto, para que el país vuelva a encontrar pronto la paz y la concordia”.