Maktub es un gran canto a la vida que combina una excelente dosis de humor con el drama de la enfermedad. Aletea un espíritu profundamente cristiano a lo largo de toda la cinta que hace que lo sobrenatural aparezca de manera natural, normal, asombrosa y cotidiana a la vez. Tal vez lo que dispara todo es justamente la cercanía a la muerte que hace que el protagonista ame tanto la vida que no sedetenga en su afán porque los demás la vivan a plenitud, que no la desperdicien en conflictos absurdos. Y la raíz de su actitud se adivina como el reflejo casi inconsciente de una vieja meditación cristiana: la perspectiva del futuro final ordena lo esencial en el presente.
Y desde allí todo cobra sentido sin perder su carácter de efímero, humano y cotidiano: se arregla un matrimonio hundido en la rutina y las cosas no dichas, se llenan de alegría unos hijos angustiados por la muy posible separación de sus padres, se acoge a la abuela y una anciana, se recibe en casa a un solterón y un emigrante que vende comida. Sin clichés sentimentales, aparece la más honda caridad, esa que no hace ruido, esa que casi se nos arranca porque ante situaciones límite la realidad misma nos obliga a olvidarnos de nosotros mismos para entregarnos a los demás.
Como cine se inscribe en la tradición de los cuentos navideños de siempre y recuerda fuertemente a “Qué bello es vivir” de Capra, algo del Scrooge de Dickens y algunos otros memorables argumentos que apuntan a darnos razones para ser felices. Como me cansa el cinismo posero de ciertos críticos que sólo ven buen cine en juegos psicológicos sórdidos que acaban mal, y a la amargura le llaman realidad, diré que la peli me encantó. “Maktub” va contracorriente y aunque se puedan criticar varios aspectos técnicos o de guión, es en sí misma una experiencia que llena de esperanza, más aún si se sabe que es un proyecto que ayuda a niños reales. Parafraseo a Moeller sobre Bloy: lo mejor que se ve en una pantalla no siempre es cine.
Lo único que no me pude creer es que un bodrio repelente y pseudo-espiritual como el “alquimista” de Cohelo pueda inspirar a un joven tan valiente como el protagonista, pero nunca se sabe, la verdad puede salir también de la boca de un asno. Antecedentes hay.
Manuel Rodriguez
Fuente: catholic-link.com