Esta celebración tuvo origen en Antioquia, en el Oriente, en el siglo IV, y fue introducida en el Occidente en Roma, en el siglo VI. Diversas fueron las razones para realizar esta fiesta: rescatar el recuerdo de aquellos cuyos nombres fueron omitidos por la falta de documentos y que simplemente son conocidos por Dios; alcanzar, por su intercesión, las gracias que nosotros necesitamos; y tener siempre presente estos modelos de conducta, con el objetivo de imitarlos.
Dios prometió de hecho dar la vida eterna, como dice en las bienaventuranzas, a los pobres en el espíritu, a los puros de corazón, a los pacíficos, a los perseguidos por la justicia, y a todos los que reciben el ultraje de la calumnia, de la maledicencia, de la ofensa pública y de la humillación. Todos los santos que celebramos en el día de hoy tuvieron fe en la promesa de Cristo, a respecto de las fáciles seducciones del mal y de las aparentes derrotas del bien, se alegraron y exultaron por la gran recompensa dada por un Rey incomparablemente misericordioso y generoso: DIOS. Los santos son amigos eficaces, pues su voluntad es semejante a la de Dios, manifestada en Cristo, el único señor de ellos y nuestro.
Esta celebración promueve homenaje también a los santos desconocidos, sin nombre, aquellos cuya existencia en el mundo pareció inútil, pero que cargaron en silencio la huella del Hijo del hombre, o sea, la cruz. Para Dios, todos los santos son amados de la misma manera, pues lo que cuenta no es la irradiación de su testimonio dado en la tierra, el más o menos conocido, sino su fidelidad y amor, que sólo Dios conoce.
La solemnidad de todos los Santos quiere hacer homenaje a la multitud de Santos que están en la gloria de Dios y son para todos nosotros motivo de inmensa alegría, pues son hermanos y hermanas que supieron vivir en Cristo y, por la gracia de Dios, alcanzaron la plenitud de la vida eterna.
Oración a todos los santos:
Dios todopoderoso y eterno, que nos has otorgado celebrar en una misma fiesta los méritos de todos los santos, concédenos, por esta multitud de intercesores, la deseada abundancia de tu misericordia y tu perdón. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.