Esas son frases que siempre oigo en las últimas semanas de diciembre. Se compran cuadernos nuevos, lápices nuevos; tienen aquel gusto (y olor) de “todo nuevo de nuevo” y, con el gustito, vienen también los propósitos para el año nuevo, deseando mejorar lo que fue malo y ¡arreglar aquello que fue pésimo!
Deseamos una vida mejor, es verdad. Todos tenemos el deseo de ser felices, de tener paz, salud y dinero en el bolsillo. Son estos los augurios más escuchados, después del ¡“Dios te bendiga”!
Algunos proyectos que ya pensaste, seguramente fueron: aproximarme a Dios, crecer en la vida de oración, estudiar más, aprender otro idioma, asistir al gimnasio, caminar, perder 10 kilos, hacer cursos de especialización para mejorar mi posición en el trabajo, dedicar más tiempo a mi familia, servir en la Iglesia, donar mis cabellos para algún Instituto contra el Cáncer, entre otros…
Mas, ¿Qué sucede que después de algunos meses, varios de nuestros proyectos los vemos frustrados? ¿Por qué desistimos tan fácilmente? ¿Por qué, después de poco tiempo, relativizamos nuestros proyectos diciendo “Eh, este es realmente muy difícil, quien sabe si lo podré realizar el próximo ano”?
Ahora, vamos a conversar un poco sobre algunos de los motivos que nos llevan al fracaso:
- Pensamos demasiado alto: a veces nos ponemos metas inalcanzables en nuestros PVPs¹. Sea por falta de tiempo, las complejidades de la meta o la imposibilidad real de hacer tantas cosas juntas, en medio a los quehaceres cuotidianos. ¿Sabes cuál es la consecuencia de eso? Es obvio que no vamos a conseguir cumplir lo imposible, el camino entonces ya está marcado: frustración y fracaso.
- No somos determinados, tenemos una voluntad débil. Miramos y pensamos en propósitos generales o en propósitos de nuestros amigos o de cualquier website que encontramos por ahí, les admiramos y nos apropiamos de esos. Mas porque no salieron de nuestro interior, revisión de vida o de nuestra vida de oración, sino que vienen desde afuera, donde el pasto del vecino es siempre más verde. Ese es el camino ya previsto: frustración y fracaso.
- Hacemos proyectos que no corresponden a la voluntad de Dios: planeamos sólo en base a nuestra propia voluntad. Cuando décimos “lo que no proviene de Dios cae al suelo”, es porque de hecho cae. Al escoger proyectos que no son la voluntad de Dios, nos centramos en nosotros mismos y no conseguimos ni ver a los otros ni ver los sueños de Dios para nuestras vidas. Nos volvemos miopes y, en vano, intentamos conseguir aquello que no nos va a llenar. Entonces ¿cuál es el camino? frustración y fracaso.
¿Cómo podemos salir de esa trampa? ¿Cómo hacemos para que este año sea diferente, en el que veamos, de hecho, cuanto nos acercamos y crecemos en nuestros objetivos?
- Dividir aquellas metas inalcanzables en varias etapas menores. No se adelante en hacer propósitos: “¡este año, voy a esforzarme para ir a misa todos los días, o no me llamo… Bonito de las Tapiocas!”; ¿Qué tal si, en vez de eso, pensamos: “en el mes de Enero, me programaré para ir a misa todos los días y de cada fin de semana, anotaré los motivos que no realicé, para que ver que debo conseguir mejorar en Febrero? El camino aquí es inverso: en vez de frustrarme, voy a recoger los frutos de pequeños esfuerzos, me sentiré realizado y motivado a lanzarme más aún para el futuro. ¡Realización y motivación!
- Honestidad en escoger los propósitos que vienen desde dentro de nosotros. ¡Necesita venir de dentro para fuera! Si no viene desde dentro, será artificial. Dentro de nosotros encontramos la fuerza, el sentido, la violencia de corazón para mantenernos firmes en la meta estipulada. ¡Realización y motivación!
- Ante todo, siempre Dios por delante, en oración, contemplar los planos que Él dispone para nosotros. De esa forma, es irresistible no luchar por nuestros propósitos. ¡Dios quiere que mis planes se concreticen! ¡Él es el primero que nos quiere ver crecer! Él ama nuestros planes, que también son suyo. ¡Realización y motivación!
- Renunciar a los planes que, con certeza, nos alejan de Dios, o que simplemente, por más bellos que sean, no son reflejo de Su voluntad. ¿De qué vale ganar el mundo entero y ver perder la propia vida? (Mc 8, 36). No vale la pena escoger lo que no nos traerá unión con Dios. Para eso es necesario una vida de oración autentica y una búsqueda de personas de confianza, más maduras en la fe, que nos ayuden a discernir de donde vienen nuestros planes. ¡Realización y motivación!
Aun así, para tener un proyecto de vida, necesitamos de un modelo… pero ¿cuál será nuestro modelo? ¿Aquellos que, a pesar, de tener sucesos, solo piensan en sí mismos? ¿Son los famosos actores y actrices que, con sus cuerpos bellos, sostienen mentalidades contra el evangelio? Por el contrario, Jesús y Maria deben ser nuestros primeros modelos; después los santos, cuyas vidas tan próximas de la nuestra realidad, nos enseñan a seguir a Cristo y, claro, también son modelos para aquellos hermanos que testimonian el evangelio y viven en virtud heroica el cuotidiano de la vida.
Necesitamos recordar también que la vida no es rígida, sino que dinámica. Nuestros proyectos de vida no son verdades absolutas, por lo que pueden venir adaptados conforme a la realidad en la se nos presentan. He allí el porqué del motivo por el que debemos estar abiertos y disponibles a cambios y adaptaciones. En todo eso, deberíamos estipular períodos de evaluación de cada proyecto, revisándoles sea personalmente, así como también junto a una persona más experimentada, buscando siempre medios para (re) comenzar y continuar a caminar. De esa forma, a fin de cuentas, contemplaremos un año realmente nuevo, donde las cosas antiguas habrán pasado y (re)naceremos nuevamente en Cristo. ¡Feliz Año Nuevo!
¹ Proyecto de Vida Personal
Traducción: Manuel Quezada