Testimonio

“Soy Shalom y ser Shalom es ser feliz”

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Desde niña solía preguntar a mi mamá: ¿Cómo se llaman las personas que ayudan a los demás y no les importa si tienen que irse lejos? Y ella me decía: “misioneros”.

Desde muy pequeña, fui alguien “de parroquia”. Debo decir que amo mucho a mi parroquia: San Esteban, Rey de Hungría; en ella aprendí y disfrute mucho, no sabía que también me regalaría la ruta hacia mi vocación. Hace algún tiempo una catequista de mi grupo comentó que había conocido la Comunidad Shalom. Luego, cuando tuve la oportunidad de asistir a la Jornada Mundial de la Juventud: JMJ-Panamá 2019, durante el evento vi muchas banderas con el nombre de la Comunidad Shalom. Yo me decía: “esa es la comunidad de Malena, mi amiga”. Captó mi atención y me causó mucha curiosidad, ya que se trataba de un número muy importante de jóvenes.

Los catequistas debemos asistir, como parte de nuestra formación, todos los veranos a un retiro. Para 2019 Malena y Jessica (quien había sido mi catequista) nos invitaron al Camps que organizaba la Comunidad Católica Shalom, “el famoso Camps” que cambió mi vida.

Ir al Camps es toda una aventura, ésta comenzaba el 14 de febrero; sí, el día de los enamorados, lo bueno es que mi enamorado y yo no celebramos ese día y mi enamorado también participaría del Camps; él también apoyaba en el grupo de Confirmación de mi Parroquia, en total fuimos 10 catequistas de San Esteban. Lo más difícil era que el 15 de febrero era mi cumpleaños, cumplía 20 años y lo haría sin celebración familiar, lejos de mis papás y mi hermana… a decir verdad, fue doloroso, aunque me consolaba la idea de pasarla con Dios. Pensaba que, de todos modos, sería un buen cumpleaños. No sabía que sería el mejor cumpleaños de mi vida.

El día de mi cumpleaños durante la adoración al Santísimo Sacramento, tuve mi encuentro personal con Cristo; hacía un tiempo que me sentía esclavizada, era como estar en un laberinto sin salida, sentía una gran decepción de mí misma, en contra de mis principios e ideales, había caído dolorosamente. Durante aquella adoración una misionera rezó por mí, Dios (mediante la misionera) me daba a entender que me liberaba de la pesada cadena que pendía de mí. Dios ese día me dijo “te prometo que lo que tanto me pides, se va cumplir”. Y, ¡wow! lloré mucho, de alegría; en ese momento, sinceramente, pensé: “Señor, yo te rogué e imploré para que me restaures y retires ese pecado de mi vida, pero no te pedí que me lo prometas” “Ahora que, voluntaria y amorosamente, me lo prometes estoy segura que lo cumplirás”. Sin compartirlo con nadie, guarde este tesoro en mi corazón.

Al día siguiente, en otra adoración al Santísimo Sacramento, Dios por medio de una servidora me reiteró: “Hija lo que te he prometido, te lo concedo” “Te curo y te libero”.  Y, ¡wow! todo mi cuerpo, realmente, se estremeció; sentí Su amorosa presencia demasiado cerca, desde aquél día cuando recuerdo ese momento revivo un bello sentimiento de gratitud y amor a Dios. Me queda claro que Él está conmigo y que Él me sostiene. Como si esto no fuera mucho, Él no sólo perdona sino que también olvida; sí, olvida. Es grandioso. Me regala el sentir su infinita misericordia y así demuestra que lo que para el mundo es imposible para Él es amor. Mientras en el mundo nos venden el “se perdona, pero no se olvida”, Jesús no enseña “te perdono, olvido, te restauro y te renuevo”. Dios me hizo un vaso nuevo, moldeado por Él mismo. Y sigue moldeándome, cada día me va edificando, me acompaña, va construyendo mi camino, y sobre todo moldeando mi corazón mientras me prepara para el día en que le pueda decir “Sí”.

Luego del Camps, quería perseverar en el grupo de oración de Shalom, formado con quienes habíamos ido al Camps, sentía que era lógico tener la posibilidad de seguir: “El Señor me regaló un lugar perfecto para mí”. Sin embargo, teniendo la responsabilidad de subcoordinadora de mi grupo de catequesis de confirmación y siendo las reuniones del grupo de oración de Shalom los sábados, prácticamente, en el mismo horario; no podía, simplemente irme. No entendía por qué Dios me presentó la Comunidad Shalom y luego no me permitía vivir como Shalom. Un día, en un encuentro diocesano, le pregunté a mi Obispo: “Monseñor, ¿por qué Dios me presenta Shalom y no me facilita el ir?”, él respondió: “tú puedes ser Shalom dondequiera que vayas”. Y es verdad, procuro ser Shalom donde vaya, me esfuerzo por ser testimonio de una vida con Dios.

En junio, de este mismo año, se me presentó la oportunidad de hacer un intercambio académico a Bogotá – Colombia, mi corazón misionero gusta mucho de viajar por tanto agradecí y acepté. Confieso que no me resultó fácil decirle a mi comunidad parroquial que viajaría, dado que yo sabía que mi grupo y la propia pastoral juvenil pasaban por momentos de inestabilidad. Recé mucho y luego de discernir me dije: “Si es de Dios, se dará”. Todo siguió avanzando, poco después supe que la Comunidad Shalom también estaba en Bogotá, allá aún no hay una misión establecida, hay lo que se llama una “Difusión”, entonces estaba más que confirmado, Dios había estado planeando desde siempre mi camino.

La aventura continuó, empecé a buscar alojamiento en Bogotá y fue la virgen María quien me acogió en su casa, se me regaló la posibilidad de convivir con las hermanas Hijas de María Auxiliadora (Salesianas). Fue una experiencia extraordinaria, viví con religiosas, entré en su mundo y ellas en el mío. Por ser una casa provincial allí llegaba mucha gente, conocí a hermanas de 90 años, a junioras (con promesas temporales), a postulantes y aspirantes (una de ellas tenía apenas 16 años). Estas últimas también fueron parte de mi camino, me motivaron, me ayudaron a cuestionarme sobre mi quehacer en el descubrimiento de mi vocación. Allí, básicamente, me dedicaba a estudiar y lo que me permitía participar de todos los eventos y del grupo de oración de Shalom. Shalom Bogotá me permitió acercarme más al carisma, apoyé en el ministerio de música y realmente me sentí en familia. Comprendí que Dios ya lo tenía pensado y se valió de mis estudios para acercarme más a Él. También me regaló el tener una capilla en mi casa, vivir la Eucaristía todos los días, vivir en comunidad y mucho más. Participé, por invitación de las hermanas, del vocacional de su comunidad; me marcó mucho el video “O todo o nada” de la hermana Clare Crockett. Cada día me daba cuenta que Dios me pedía estar más cerca de Él, me pedía todo, un servicio al 100%, me sentía ansiosa porque deseaba corresponderle.

Ya de regresó en Lima, Dios me guio al Vocacional Shalom 2020 y hoy estoy muy feliz en él. Postulé al vocacional en febrero y antes que me dieran la respuesta, aconteció el Camps 2020 en el cual Dios también me mostró su amor muy personal. En un acompañamiento por medio de una misionera, que no me conocía, me dijo en oración: “Éste es tu camino, éste es tu lugar”. Increíble, yo no lo podía creer, la felicidad me invadía; esperé la respuesta oficial ya con la bienvenida de Dios.  Me dieron el “Sí” y parecía que mi corazón se iba a salir de mi pecho. Estoy consciente que esta aventura era de desafíos, pero también de muchas gracias. Tengo claro que quien me guia es Él. Ya vamos 5 meses en este camino vocacional y soy dichosa de poder vivir mi camino, de caminar con el camino (Jesús).

En marzo regresé a Bogotá, poco después empezó la pandemia, lo que me regaló la oportunidad de aprovechar este tiempo, para sacarle el jugo a este lugar lleno de Dios. En plena cuarentena me siento afortunada de, siendo laica, poder asistir todos los días a la Eucaristía sacramental, la adoración al Santísimo Sacramento y ya desde este domingo último otra vez Misa presencial. Con la ayuda de la tecnología de la comunicación, también Dios me regala la gracia de participar en los grupos de oración de Lima y de Bogotá. También, hace algún tiempo estoy participando en el Ministerio de Promoción Humana, amo el apostolado y poder llegar a los más alejados, quienes son los protagonistas, por quienes Cristo murió.

¡Hoy estoy segura que soy Shalom y ser Shalom es ser feliz!

Andrea Mariliz Peña Neira, es peruana y Vocacionada de la Misión Lima. Reside en Bogotá – Colombia.

 


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