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Testimonio: “Dios me pedía un sí más definitivo”

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Larissa Moura

Mi nombre es Larissa Moura, tengo 22 años, soy periodista y postulante de segundo año de la Comunidad de Alianza Shalom y estoy actualmente en misión en Lima, Perú. Viví desde niña en el interior del Rio Grande do Norte, estado de la región noreste de Brasil, donde vivía con mi familia en una ciudad llamada Bodó, con poco más de tres mil habitantes.

Al salir de mi casa para intentar ingresar a la universidad, a los 15 años, tenía seguridad que mis sueños no estaban más en la pequeña localidad en que había crecido. Y pronto, a costo de mucho esfuerzo mío y de mi familia, logré realizar muchos de estos sueños. A los 18 años vivía sola en la capital de mi estado, Natal, donde estudiaba periodismo y construía una carrera sólida. Y fue en este tiempo que fui presentada a la Comunidad Católica Shalom y percibí que sentía una gran sed que no lograba saciar con nadie ni nada.

A pesar de haber crecido en una familia muy católica, con una iglesia a diez pasos de mi casa, la presencia de un padre en mi ciudad se resumía a prácticamente una misa dominical al mes. Y aún menor era mi comprensión sobre la dimensión de la iglesia y sus sacramentos. Solamente en el 2012, a través de un Seminario de Vida en el Espíritu Santo en la comunidad, descubrí una iglesia viva y, lo mejor de todo, un Dios que se relaciona con sus hijos. A pesar de creer que no tenía más tiempo para otra cosa que no fuera mi carrera, acepté la invitación para hacer parte de un grupo de universitarios del Proyecto Juventud Para Jesús de la misión Shalom de Natal.

En julio de 2012, la misión organizó una excursión para celebrar los 30 años de la comunidad en Fortaleza, ciudad donde empezó la vocación Shalom. Y, en oración, el Señor generó en mí una inquietud respecto a este viaje. Hasta que movida por esta inquietud, y por la curiosidad de conocer más sobre la comunidad que estaba frecuentando, entré en uno de los ómnibus para el viaje que, hoy yo sé, cambiaría mi vida.

En Fortaleza, el corazón de la comunidad, mis dudas e inquietudes a respecto de la vocación Shalom se transformaron en admiración e identificación. En la Diaconía, sede del gobierno general de la comunidad, vimos un video del reciente reconocimiento pontificio definitivo de los estatutos de la comunidad Shalom en Roma. Y escuchaba al papa Benedicto XVI decir a los que estaban presentes en la plaza de San Pedro: “comunidad Shalom de Fortaleza, ustedes son la iglesia misionera”, y desde entonces, aquellas palabras no salían de mi corazón.

Y aún en la viaje, en el día 9 de julio, cumpleaños de 30 de la vocación, en el primer centro de evangelización de Shalom, recibí una gracia del Espíritu Santo para tener coraje de hacer una pregunta al fundador de la comunidad, Moysés Azevedo, sobre el deseo que recién empezaba en mi corazón sobre ir en misión. Y cuando lo cuestionaba sobre cómo saber si esto era mi voluntad o voluntad de Dios, él me miraba con una gran sonrisa, como quien conoce el corazón de un joven cuando descubre el amor de Dios. Y me dijo: “Mi hija, rece, Él mismo va a decir la respuesta en sus oraciones”.

En todo camino de regreso a mi ciudad, esta respuesta se quedaba en mi memoria, al mismo tiempo que crecía en mí la seguridad de que quien guía la comunidad no es la voluntad de los hombres, sino la del propio Dios. ¡Y cuánto amor a esta santa voluntad fue necesario para que yo, sostenida por la gracia de Él, eligiese dejar todo lo que había construido hasta allí para ir algunos meses en misión! Al fin, escribí mi carta quedándome a disposición de la comunidad para ir en misión, pero el tiempo pasaba y no había previsión para me contestasen. Hasta que, un día, teniendo una plática con el responsable local del Shalom en mi ciudad, él me dijo: “Tal vez Dios desea de ti un sí más definitivo. ¿Ya pensaste en hacer una entrevista vocacional?”.

Y sí, Dios me pedía un sí más definitivo. Quiso que yo ingresara en el vocacional de la comunidad Shalom en el 2013 para hacerme comprender que el deseo misionero, en la aurora de mi vida de intimidad con Él, fuera un camino de santificación para sacar todo lo que ocupaba el lugar de Él en mi vida y, así, Él lograra, definitivamente, ser el centro de todo. Y en ese año, marcado por muchos dolores y sacrificios, pude escuchar de  Dios en mis oraciones – como me decía el fundador de Shalom – que Dios me había creado para una vida consagrada a Él por medio de la comunidad de alianza Shalom. Y un año después de esto, contemplé las promesas de Dios en mi vida cuando, ya siendo postulante de la comunidad de alianza, recibí mi respuesta para ir en misión al Perú.

El buen Dios, verdaderamente, y por pura misericordia, quiso de mí un sí más definitivo. Seis meses después de llegar como alianza misionera en Lima, puedo decir que muchas son las ofrendas todos los días, sin embargo, incomparables son los frutos que cosecho no solo en mi vocación, sino también en la providencia de Dios en mi familia y en mi enamoramiento de casi tres años. Escuchando la voluntad de Dios, y sostenida por el Espíritu, Le contesté con un sí que cambiaría todos mis planes. Pero construiría conmigo otros aún más grandes, sostenidos por el Amor Esponsal a Él, que nos da la certeza de que todo vale la pena por hacer la voluntad de Dios, que nos da la verdadera alegría, que nos da la verdadera paz.

Que la gracia del padre, y la intercesión de la virgen María, nos sostenga fieles a Él hasta el fin. Shalom!


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