Ser un mistagogo
En primer lugar, Moysés nos invita a ser un mistagogo que se sumerge en el misterio de Dios y permite que éste lo alcance y lo toque. Continúa diciendo que “para escuchar la voz de Dios es muy importante tener nuestro corazón purificado de nuestra propia voz y de nuestras opiniones, porque el trabajo de Dios no puede hacerse en un modo puramente humano; de manera que, es nuestra tarea tener un corazón sincero, un corazón motivado justamente por el ascetismo (ejercicio de la autodisciplina), necesario para permitir que la voz de Dios sea reconocida y podamos adherirnos a ella.”
Tiempo de gracia
Según el fundador hay una gran y fuerte efusión del Espíritu Santo sobre nosotros, lo que significa que éste es un tiempo de gracia,
“Dios está haciendo un Pentecostés de Amor, Él está vertiendo sobre nosotros una nueva efusión de su Espíritu Santo. Dios nos está dando nuevos dones, que podemos resumir en dos: misericordia y gracia.”
Nueva pertenencia a Dios
Explicando las consecuencias de esta “nueva efusión del Espíritu Santo”, Moysés ha resaltado que Dios está donando, a través de su misericordia, una nueva conciencia de quiénes somos verdaderamente, y esta gracia es un nuevo modo de pertenecer a Él. Él, sus dones y sus virtudes, nos pertenecen porque nosotros le pertenecemos y esto es lo que nos hace sus mediadores en la tierra. Además, añade que la misericordia de Dios llega a nuestras debilidades como una chispa proveniente del cielo que estalla en un gran pajar de ramas secas y sucias, produciendo un gran incendio; en otras palabras, la misericordia de Dios alcanza nuestras vidas secas como la paja y las transforma en luz para el mundo, porque su poder es más grande que nuestra debilidad.
“Lo que tenemos es nuestra aridez, nuestra pobreza, nuestro nada e incluso nuestra suciedad. Solo tenemos que dar nuestro permiso para ser alcanzados por la chispa. El Espíritu Santo nos alcanza en nuestra debilidad si se lo consentimos. Si permitimos a la chispa tocar nuestra paja seca, entonces, se producirá un gran fuego, y tu vida, como la de muchos otros, será iluminada”.
Para terminar, el fundador aclara que el “Pentecostés de Amor” es como un fuego divino que quema, calienta e ilumina, transformando vidas, pero que al mismo nos pide dejarnos consumir por él. Concluye:
“Este Pentecostés de Amor no es más que dejarnos consumir por Dios y por los otros, es dejar que Dios haga Su voluntad en nuestras vidas, dejarnos ser santificados por el amor”.
Traducción: Jeniffer Wilches Vacca