Padre João, usted llegó a Roma primero para realizar una parte de sus estudios como seminarista, después fue durante 10 años Asistente Internacional de la Comunidad, contribuyendo a la expansión del carisma Shalom en los cinco continentes y posteriormente, desde 2011, colaborando en el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, en el Vaticano, donde se ha dedicado por entero a los jóvenes organizando la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) y otras iniciativas, como el Fórum de la Juventud, …
¿Qué valoración personal hace de este tiempo en misión en Italia y de su trabajo en el Dicasterio?
Trabajar en Roma, en el Vaticano y colaborar con la misión del Santo Padre me ha hecho entender que nuestra misión consiste en ser puentes, conectar personas, ponerlas en red, unirlas. Un Dicasterio de la Curia romana debe ser un lugar en el que las personas puedan encontrarse y caminar juntos. Especialmente trabajando con la JMJ, contemplas los milagros de Dios. Es imposible organizar un evento de dimensiones tan grandes sin percibir la mano de Dios conduciéndolo todo. Sin la gracia sería imposible.
¿Ha podido despedirse ya del Papa?
Pude encontrarme con el Papa el pasado mes de enero. Compartí con él algunas vivencias de estos años de misión en Roma, le trasladé que desde que llegué a Italia mi intención siempre fue vivir por amor: mis estudios como seminarista, mi vida vocacional, misionera, sacerdotal, mi servicio en el Vaticano. Pude trasladar también al Santo Padre intenciones de oración de familiares y personas cercanas y finalmente me bendijo. Fue un encuentro muy significativo.
Cuéntenos alguna experiencia que haya marcado su vida sacerdotal y misionera…
Una imagen que me marcó mucho fue algo que me sucedió en el Fórum de la Juventud de 2019, también organizado por el Dicasterio. Una vez finalizado, los participantes fueron a buscar sus mochilas y maletas en el Centro San Lorenzo, cerca del Vaticano. Cuando salí del centro hubo un grupo de jóvenes que me rodeó y cada uno en su lengua, todos dijeron: ¡Gracias! Esa gratitud me impactó, al igual que contemplar la participación en la JMJ y ver esas multitudes hondeando banderas de tantos países, una verdadera multitud de todas las razas y naciones, imagen viva de la catolicidad de nuestra Iglesia.
Ha tenido la oportunidad de conocer muchos jóvenes de distintas culturas, ¿qué es lo que todos tienen en común?
Parece algo obvio, pero es la búsqueda de lo verdadero, lo bueno y lo bello. Esa inquietud en el buen sentido. Los jóvenes tienen una marca de Dios, son inquietos, y ellos generan un movimiento a su alrededor. Esa inquietud, ese deseo de transformar la realidad, de ser importante para alguien, de hacerse muchas preguntas.
En su opinión, ¿cuáles son las cruces de la juventud hoy en día?
Los desafíos son muchos pero resaltaría el clima de polarización en la sociedad, tantas ideologías que tienen como consecuencia la guerra, todo se convierte en motivo de división y separación. También la crisis de las familias conlleva una crisis en la juventud, del sentido de pertenencia, de sentirse amado, con un papel en el mundo. Aún con los desafíos creo que siempre lo bueno supera a lo malo. Los jóvenes no son un problema, son esperanza para la Iglesia y para el mundo.
La próxima JMJ será en 2027, en Seúl, Corea del Sur. Háblenos del país y de su cultura.
Seúl es una ciudad enorme. Hay muchos jóvenes que sufren la soledad, hay una tasa de suicidio muy alta, la exigencia a los jóvenes en los estudios y la vida profesional es enorme y también existe la herida de la división entre el norte y el sur. Al mismo tiempo hay una atención grande sobre Corea en el mundo de hoy, con una difusión de su cultura cada vez mayor a través del cine, series, las tecnologías, informática, etc.
La Iglesia en Corea nació hace algunos siglos a través de laicos que conocieron la fe cristiana y se decidieron a vivirla aún sin conocimientos. Es una Iglesia marcada por la persecución y el martirio. Actualmente es una sociedad interreligiosa en la que el cristianismo tiene una presencia fuerte.
En este contexto, ¿qué puede aportar el carisma Shalom a la Iglesia de hoy?
Nuestro carisma nació de la experiencia de un joven que se encontró con el amor de Dios y pudo, desde muy pronto, canalizar ese potencial hacia Dios, hacia la Iglesia, queriendo hacer bien al prójimo, a la humanidad.
Para nosotros, los jóvenes son nuestro primer apostolado, a través de mi servicio en el Vaticano he tenido la oportunidad de ofrecer a la Iglesia lo mejor que tenemos que es nuestro amor a la juventud. El carisma Shalom existe para los jóvenes.
Volviendo a Brasil, la Comunidad está inmersa en el proceso de preparación para la celebración de la Asamblea General que se celebrará en Fortaleza, el próximo mes de agosto. ¿Cuáles cree que serán los puntos principales a tratar?
“A vino nuevo, odres nuevos”. Creo que la Asamblea será un momento de nueva Efusión del Espíritu Santo para toda la Comunidad, una experiencia de comunión, de fraternidad, de unidad, para un nuevo envío misionero fortalecidos y consistentes. La Comunidad está en proceso de cambio, hemos crecido mucho en los últimos años y eso requiere nuevas estructuras de gobierno que deben acompañar ese movimiento con un espíritu nuevo.
Fotos: Dicasterio para los Laicos, Familia y Vida