A continuación el testimonio de una madre quien participó con su familia en un Camp’s, un evento de la Comunidad. Ella compartió con Comshalom sobre la experiencia humana y espiritual que vivieron junto a las otras familias
“Dios quiere familias abiertas, fortalecidas en la unidad en Cristo y en la alegría que es fuente de vida, de oración y de gratitud.”
Cuando supe que hubo una inspiración divina para un campamento de familias, pensé: “¡Qué locura! Ésto no llegará a buen fin.” Y entonces pensé, no debe ser una inspiración divina.
Imaginé a mi familia allí, a mis hijos (que tienen menos de 3 años), todas las condiciones pensables e impensables que mi mente pudiera sugerir para justificar mi inasistencia. Yo, drásticamente, estaba decidida a rechazar cualquier posibilidad que me pudiera involucrar. El lugar es lindo, pero al mismo tiempo frío, hay mucho lodo, el bosque, los insectos, etc. Ya se entiende que la idea no me llamaba para nada la atención.
Pero el tiempo pasaba, esa inspiración divina comenzó a tomar forma, las personas se adherían a ella (para mi sorpresa) y yo me contagié de esa alegría, de ese entusiasmo y de las ganas de pasar por todo aquello que se presentara, junto a otras familias por amor a Dios. También fue crucial pensar que le podía ofrecer a mis hijos una experiencia que permaneciera impresa en su memoria afectiva. Cuando hicimos nuestra inscripción, aún no lo podía creer. Dios mío, ¿Qué estoy haciendo? *Risas*
Pero finalmente decidimos confiar y abrir nuestro corazón a dicha experiencia.
Fue todo con tanta simplicidad que podía corresponder sólo al fruto de la voluntad de Dios. Una cosa extremadamente familiar. Padres, madres, jóvenes, adolescentes y niños, algunos padres más adultos, otros más jóvenes. Todos, todos juntos. La experiencia de la oración y de la diversión era compartida entre todos. Pude ver a las familias divertirse sin necesidad de aparatos tecnológicos, personas desconectadas completamente de sus smartphone -incluída yo-, niños que se integraban, jugando en la tierra, orando, bailando, alabando a Dios.
Para mí fue una experiencia de kairós. Hizo frío, tuvimos momentos de incomodidad, pero nada, nada en el mundo habría podido detener la obra de amor, de comunión y de sanación que Dios hizo en nosotros aquellos días.
Tenía la impresión de que cuando estábamos todos allá, las familias tenían la oportunidad de mirarse, de reconocerse como parte de la familia de Dios. Si yo sufro, también mi hermano sufre. Si encuentro dificultad en cultivar mi vida interior, en la educación de mis hijos, en mi matrimonio, no estoy sola. Yo soy familia con muchas otras familias, y Dios, en su misericordia, nos dio la gracia de estar allí. Hoy puedo afirmar que el Acamps Family en la misión de Brasilia fue la realización de una profecía: Él quiere familias abiertas, fortalecidas en la unidad en Cristo y en la alegría que es fuente de vida, de oración, y de gratitud.
Narlla Sales Besson,
misionera de la Comunidad Shalom en Brasilia,
casada, madre de dos niños.
Tradución: Jeniffer Wilches