Como algunas personas, al ver a San Pedro y San Pablo solo veía: las dos columnas de la Iglesia, dos hombres santos que dieron su vida por el Evangelio y por la Iglesia, convirtiendo así la negación de Pedro y la persecución de Pablo en detalles que pasaban desapercibidos. Yo veía la santidad y me olvidaba de mirar el camino que ellos habían recorrido y me hacía ver a ambos como ejemplos de santidad inalcanzable.
Mi experiencia con estos dos grandes santos fue a través de su experiencia con Jesús, con aquel detalle que pasaba delante de mí y no podía ver. Al tocar en mi debilidad, inconstancia, mis fragilidades y todo lo demás, quise renunciar a la lucha por la santidad, pero el Señor me hizo encontrar esperanza en la vida de estos dos hombres. Uno de ellos negó al Señor (como yo lo he negado tantas veces); el otro persiguió a la Iglesia de Cristo como yo lo hago cuando no puedo amar a aquél hermano difícil que se me presenta en mi vida cotidiana, ¡pero se hicieron santos!
Aprendí con Pablo a caer del caballo, con Pedro aprendí a llorar por mis pecados y con los dos aprendí a levantarme a partir de la experiencia con el Resucitado que pasó por la Cruz.
Estos dos grandes santos me demostraron que la misma santidad a la que llegaron, puedo también yo alcanzar si sigo renovando esa experiencia todos los días.
Danielle Silva