Me llamo Padre Rafael de Araújo, tengo 32 años, soy de Brasilia y misionero de la Comunidad Católica Shalom. Actualmente resido en Aquiraz, en el Gobierno de la Comunidad Shalom, Diaconía General. Con gratitud, comparto con ustedes un poco de mi vida en este camino rumbo al sacerdocio.
Nacido en una familia católica, siempre participaba de las misas los domingos, de la catequesis y de dos grupos de jóvenes. En 2001, a los trece años, hice mi primer retiro de jóvenes. Comencé a servir en el altar como monaguillo, y eso me fue aproximando más a lo sagrado. En 2003, con quince años, tuve una fuerte experiencia con la Eucaristía, cuando me cuestionaban si no sentía nada al servir a Jesús en el altar, teniendo tan próximo a mí la Eucaristía. En ese momento había respondido que no, pero en la Santa Misa siguiente, todavía como monaguillo, fui tomado por una grande pasión por la Eucaristía y por el servicio en el altar, que no sé cómo explicar.
En el año siguiente, en la clase de Confirmación, tuve una nueva experiencia con la Palabra de Dios, con un deseo de leer no solamente por obligación, sino de dejarlo entrar en mi corazón y realizar su fuerza transformadora. En 2007, después de tantas caídas y reconciliaciones en la vida cristiana, durante el Renacer (Retiro de carnaval de la Comunidad Shalom), en la adoración al Santísimo, fui visitado por Dios de una forma tan fuerte, que sentí el Amor y la Misericordia de Dios en mi alma. Ese amor que no me juzgaba, ni me condenaba por mis fragilidades, solamente me amaba, me hizo tener un auténtico bautismo en el Espíritu Santo.
A partir de entonces me involucré en el servicio, conocí mejor el Carisma y comencé a tomar un camino serio dentro de la Comunidad Shalom. En 2009, cursando en la facultad el último año de matemática, ingresé en la Comunidad de Vida, dejando todo con un deseo de donar mi vida por la evangelización de los jóvenes. Fue entonces que en 2010, al participar de la ordenación de 4 hermanos al sacerdocio en la Comunidad de Vida Shalom, sentí en mi corazón de forma más fuerte que Dios también me llamaba al sacerdocio.
Un nuevo tiempo
Al ingresar en el seminario, hice una parte de los estudios en Fortaleza (CE), otra en Lugano, en Suiza. Fueron momentos muy intensos, más la fuerza de la resurrección de Cristo para transformarme y para sustentarme hicieron de mí un instrumento de su Amor a los hombres, pues el primero a quererme y a impulsarme al sacerdocio fue el propio Señor.
Muchos fueron los signos de Dios que me condujeron a este camino de configuración a Él, uno de ellos fue percibir que Dios ya pensaba en ese llamado desde antes de mi concepción, cuando mi papá, antes de casarse, tenía pensado ingresar en el seminario, pero fue orientado por el rector a esperar más. Al iniciar el noviazgo, el mismo rector dice a mi papá que por tener decidido constituir una familia, debería dar a la Iglesia 3 padres. Mis otros 2 hermanos también son consagrados de la Comunidad de Vida, cumpliendo así la profecía del rector. No somos 3 padres, más somos 3 vidas consagradas a Dios al servicio de la Iglesia.
En 2019 fui ordenado diácono, el día 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción, 2 años después de haber salido ileso de un accidente automovilístico en Italia, dando una pérdida total del automóvil, para mostrarme que mi vida está en las manos de la Virgen María, que me protege en todos los momentos.
Como diácono, muchas fueron las experiencias fuertes que tuve, en cada Eucaristía, en cada bautismo, celebrando casamientos y siendo consuelo a los hermanos que perdieron seres queridos, reconociendo siempre en Cristo nuestra esperanza, pude constatar: ¡esa es mi felicidad plena!
Concluyo este testimonio con el lema de mi sacerdocio: “Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor.” (Jn, 15, 9)
Desde niño, trazo en mi cuerpo la señal de la cruz, y con la Santísima Trinidad quiero vivir eternamente, pues es en este amor tan generoso que el Señor nos llama a amar a toda la humanidad.
Que esa gracia de mi ordenación hoy alcance a cada uno de ustedes, pues un padre no se ordena solo, él es escogido de en medio del pueblo, sustentado por las oraciones de una comunidad y enviado a todos.
Que Dios los bendiga, Shalom!