Actualmente soy misionario en Fortaleza (CE), donde dedico todo mi tiempo para el servicio de evangelización en la Casa Madre de la Comunidad Católica Shalom. Son ya más de 12 años de vida misionaria y comunitaria en la Comunidad de Vida. Originalmente de San Luís (MA), ya partí en misión a San Paulo (SP), Aquiraz (Diaconía General) y Roma (Italia), donde concluí el Curso de Teología. Mi historia vocacional no comienza con el llamado al sacerdocio, mas con la oferta de mi juventud de forma total al Señor en el servicio de su viña.
El llamado fue despertado en el 2005 cuando conocí la Comunidad Shalom a través de una amiga que me invitó para un Seminario de Vida en el Espírito Santo. A partir de aquella experiencia personal con Jesús mi vida cambió radicalmente. Incluso con una educación católica de cuna, me faltaba algo; me faltaba la relación personal con Jesús. Fue entonces que, entendiendo y experimentando esa relación como un amigo, sentí su voz que me llamaba. Ayudado por la Comunidad fui creciendo en la relación hasta decidir dejar todo con alegría “para comprar la perla de mayor valor” (cf. Mt 13,44).
Mi “aventura misionaria” comenzó a los 17 años. Dejé la casa de mis padres para seguir aquella voz, “ven y sígueme”. No sé como fue que tuve el coraje para hacer eso, sólo el Amor puede explicarlo. Hasta entonces no pensaba en ser padre (sacerdote), quería solamente seguirlo, y fue que en el camino con Él que tuve mi segundo llamado; un llamado dentro de otro llamado.
La verdad es que estaba muy bien en la vida misionaria a pesar de los tantos desafíos. Retos en la evangelización, de la vida de pobreza, en la obediencia, en la castidad, de adaptación a la vida comunitaria y en la propia lucha interior para la conversión. Pero entre tanto, me hacía sentir feliz el ayudar a las personas, el dedicar mi tiempo a Dios, en trabajar hasta el cansancio por hacer el Reino de Dios crecer. Eran ya más de tres años de vida misionaria. Fue entonces que el Señor me llamó indicándome algo más: “Si eres así de fecundo, lo serás mucho más siendo aquello para lo que te creé”.
Dios quería más fecundidad. Así, acojo – por Cristo – la Voluntad de Dios para conmigo, de volverme semejante a Él comenzado el camino verso el sacerdocio. Fueron nueve años de estudio, acompañamiento espiritual, vida comunitaria e intenso servicio apostólico. Cuántas gracias derramadas, realmente Dios es fiel.
Hoy me preparo para la ordenación diaconal, el primer grado del sacramento de la Ordenación Sacerdotal, o un paso más para el sacerdocio. ¿Qué es lo que espero? Espero continuar mi vida misionaria – con Cristo – sirviendo más, con Él, en las calles del mundo, haciéndome servidor de todos.
Quiero poder configurarme totalmente a Cristo, vivir unido a Él – en Cristo – y acoger su Voluntad totalmente. Quiero, con Él, ir a los confines de la Tierra.
Deseo vivir por amor a Él, con Él y en Él. Deseo dar Jesús a los hombres, dar Su Cuerpo y su Sangre, ministrar la reconciliación de Dios (Shalom!), acoger a los nuevos Hijos de Dios en la Iglesia a través del bautismo y prepararlos para la vida eterna en el Cielo.
En resumen, el sacerdocio para mí es la forma como Dios quiere que yo sirva en la Vocación Shalom. Convertirme Él mismo – in persona Christi – y llevar Él mismo a todas las personas – Corpus Christi.
Traducción: Manuel Quezada