Concretamente, esta presencia es simbolizada por la imagen del divino niño, presentada a la esposa de Rajah Humabon de Cebu cuando ambos fueron bautizados por el capellán de la expedición, el padre Pedro Valderama. Esta imagen resurgió durante Legaspi-Urdaneta en 1565 y fue vista como una buena señal para iniciar el esfuerzo misionero. La Basílica Minore del Sto. Nino de Cebu alberga actualmente esa misma imagen y sirve como un legado duradero de nuestra identidad cristiana como católicos filipinos.
En todo el país, se invita a cada católico a reavivar su fe compartiendo las bendiciones que han recibido. El tema de este año de Misio ad Gentes, que se envía a todas las naciones, nos invita a percibir nuestro don para dar, “dotados para dar”. A quién mucho es dado, también se espera mucho; lo que recibimos gratuitamente, lo damos gratuitamente, como regalo a los otros. Decimos nuestro sí a esta misión de muchas maneras, como visitar iglesias peregrinas, participando de conferencias y haciendo nuestra propia reflexión sobre nuestro legado como católicos filipinos. Parte de eso es la invitación a llevar nuestra cruz de misión, un símbolo del amor salvador de Cristo y también un recordatorio de que nosotros también somos llamados a mostrar el amor de Jesus Cristo especialmente para nuestros hermanos y hermanas pobres.
Este llamado a dar libremente, también desafía a la iglesia local, especialmente a nuestras parroquias, a abolir la práctica de tener tarifas fijas para los servicios de la iglesia, especialmente para recibir los sacramentos. Por supuesto, los sacramentos son gratuitos, pero debido a los gastos de la parroquia, estos corren a cargo de los fieles. La donación que damos no es un pago, sino contribuciones que hacemos gratis como miembros de la parroquia. Somos parte de la iglesia, es hora de recordar nuestra responsabilidad como miembros de ella, una obligación que no debería ser obligatoria, sino un ofrecimiento sincero de un corazón lleno de gracia.
El obispo Pabillo de Manila nos desafía a salir de nuestras zonas de confort y dejar de tratar nuestra religión católica como algo del pasado, una antigüedad o un pozo de reliquias para almacenar en un museo. Estamos invitados a ser creativos y a sumergirnos en lo que requiere la generación actual, a entrar en la arena digital, a llegar a las nuevas generaciones y a discernir con ellas cómo podemos hacer relevante el llamado universal a la santidad. Esta tarea sería imposible, sin la ayuda del Espíritu Santo, por eso oremos juntos, que en medio de la actual crisis que estamos viviendo, podamos encontrar un motivo para alejarnos de nuestros miedos para celebrar una verdadera fiesta, con Nuestra Santísima Madre, María, al celebrar 500 años de dones y compartirlos a través de la misión.
P. Paul Reagan O. Talavera, OP